El disco de 19 días y 500 noches es uno de los discos más aclamados por el público y la crítica de Joaquín Sabina. Llegando hasta el punto de afirmar, que desde entonces no ha vuelto a escribir otro que lo iguale en calidad. Quizá eso sea aventurarse demasiado, y sea demasiado frívolo afirmarlo tan a la ligera. En lo que no hay discusión, es en la calidad superlativa de ese disco. Lo cierto es que supuso un cambio bastante importante en la carrera musical, a mi parecer, fue aquí cuando la voz se le rompió del todo. Esto se puede comprobar fácilmente comparándolo con su inmediato predecesor “Yo, mi, me, conmigo”.
Como habréis podido adivinar, con esta comienzo de la entrada, voy a comentar una canción de ese magnífico disco: “Donde habita el olvido”. Un título muy poético para un autor que no lo es menos. Entra de lleno en ese terreno tan sabiniano como es el desamor, pero en esta ocasión en un punto más cruel todavía; el desamor inmediatamente después del amor, o lo que creíamos que era amor.
“Cuando se despertó,
no recordaba nada
de la noche anterior,
“demasiadas cervezas”,
dijo, al ver mi cabeza,
al lado de la suya, en la almohada…
y la besé otra vez,
pero ya no era ayer,
sino mañana.
Y un insolente sol,
como un ladrón, entró
por la ventana.”
Ahora que está de moda decir que no se cree en el amor, que estamos mejor solos, que no necesitamos a nadie; parece que los flechazos hubieran pasado de moda. El comienzo de la canción muestra de una manera muy gráfica y muy concisa, esa sensación incómoda del día siguiente. Parece que ese insolente sol que se se mete por la ventana, nos ciega de tal forma, que lo único que adivinamos a pensar es cómo marcharnos de “la escena del crimen” sin dejar rastro. Pasar del blanco al negro, algo que algunas veces es muy complejo, resulta pasmosamente fácil en estas situaciones. Mucha gente ha hecho de esto un arte, y no se comen la cabeza más de lo estrictamente necesario. El problema viene cuando uno de los dos no se resigna a dejar de pasar la ocasión de intentar algo más.
“El día que llegó
tenía ojeras malvas
y barro en el tacón,
desnudos, pero extraños,
nos vio, roto el engaño
de la noche, la cruda luz del alba.
Era la hora de huir
y se fue, sin decir:
“llámame un día”.
Desde el balcón, la vi
perderse, en el trajín
de la Gran Vía.”
En una frase Sabina consigue describir a la perfección esa situación tan opuesta, esos contrarios que tanto le gustan a él (como el vinagre y las rosas). “Desnudos, pero extraños”. Verdaderamente asombroso resulta ver como dos extraños llegan a verse en la situación de estar desnudos, uno delante del otro. Se supone que hay que alcanzar cierta complicidad para llegar hasta tal punto, también se pueden desnudar los sentimientos, y luego ser incapaces de darle continuidad a eso. Parece que corren malos tiempos para los románticos.
“La pupila archivó
un semáforo rojo,
una mochila, un peugeot
y aquellos ojos
miopes
y la sangre al galope
por mis venas
y una nube de arena
dentro del corazón
y esta racha de amor
sin apetito.
Los besos que perdí,
por no saber decir:
“te necesito”.”
También está el caso de perder esa oportunidad por ocultar nuestros sentimientos lo máximo posible, atendiendo a no se muy bien qué tipo de ataque de orgullo. Hemos llegado a un punto en el que decir “te quiero” es lo menos acertado. El miedo al compromiso se ha convertido en pánico, o lo que es peor, en enfermedad crónica. Desgraciadamente, tarde o temprano llegan los tan temidos remordimientos y la conciencia empieza a llamar a tu puerta (por muy blindada que la tengas). Es en esos momentos, cuando empiezas a echar cuentas de todos los besos que has perdido por no decir la maldita frase. Por mucho que pensemos que estas “rachas de amor sin apetito” son más que suficientes, lo cierto y verdad es que no. Pasa lo mismo que con la cerveza sin alcohol, la coca cola zero… en un momento dado pueden cumplir su cometido; pero nunca nos podrán dar lo que las “auténticas”.
“Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.”
La cruda realidad, es que después de todo esto, la vida sigue su curso. Aunque, como diga Sabina, cada vez tenga menos sentido. Indirectamente, ese sentido se va perdiendo por culpa nuestra. Quizá sea por dejadez, o peor aún, por orgullo; por lo que vamos dejando de pasar oportunidades de oro. Como siempre, cuando queremos enmendarlo es demasiado tarde y sólo queda tiempo para el lamento. Pero Sabina muestra aquí ese orgullo del que os hablaba elevado a la máxima potencia, cuando dice que fue un amigo común el que le habló de ella. Es revelador comprobar como de puertas para fuera actuamos de una manera, aunque por dentro estemos pensando justamente lo contrario.
Hay cosas que no se pueden borrar nunca de la memoria, y de vez en cuando florecen para recordarnos lo torpes que fuimos. Aunque muchas veces, de forma involuntaria, nos empeñemos en meter cada vez más gente en nuestro barrio particular del olvido; de vez en cuando toman el metro y se plantan delante de nuestras narices. Quizá para hacernos reflexionar, o peor aún, para que comprobemos que los que habitamos en el olvido somos nosotros.
(...)"Y la vida siguió,
ResponderEliminarcomo siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.”(...)
Estoy absolutamente de acuerdo contigo. Definitivamente somos nosotros los que habitamos en el olvido.
Impecable post. ESta cancion es bellísima, y el análisis que tu haces de la misma, tiene una calidad impresionante.
Besos sabineros!
Me alegro muchísimo de que coincidas conmigo!!
ResponderEliminarLa verdad es que esta canción es bastante compleja y tiene mucha tela que cortar. Algunos versos son para grabárselos a fuego y aprender de ellos.
Muchas gracias por tus visitas y tus comentarios Natalia!!
Un beso!!
Buenas tardes a todos:
ResponderEliminarPasaba por aqui para decir una cosa,esta canción es magínfica, sí, pero no es de Sabina, es una versión de La Fuga y debería ser nombrada, por lo tanto donde pone "Sabina quiere decir..." debería poner "Raul Gutierrez alias Rulo quiere decir...".
Sin más, y sin quitar mérito a tu excelente analisis, un saludo.
Hola Javi,
ResponderEliminarMe parece que lo que dices de la Fuga es justo al revés, son ellos los que versionaron esta canción. De hecho tengo una entrada en la que hablo sobre ello http://sabinabysaavedra.blogspot.com.es/2010/03/sabina-versionado-vii.html . La letra y música de esta canción corresponde a Joaquín Sabina y Pancho Varona.
Gracias por tu visita y tu comentario!
Excelente forma de explicarnos. Gracias de verdad. Saludos desde Juárez, Chihuahua México
EliminarSi pero no me queda claro donde es ese lugar donde habita el olvido ,¿donde es?
ResponderEliminar¿cementerio? quizás solo el tráfago de la vida que sigue su curso.
EliminarQué tal Saavedra, me gusta tu análisis de la canción, incluso cuando mencionas que es una letra que tiene mucha tela que cortar, definitivamente es algo indudable, poesía a final de cuentas, en mi comentario quiero agregar una interpretación diferente en cuanto a la impresión que expones y que deja entrever un encuentro casual, fugaz y lejos del compromiso, lo opuesto es una relación, por ejemplo dice: "la besé otra vez, pero ya no era ayer, sino mañana", en un sentido retórico no cabe una precisión de tiempo, me da una sensación de "ayer" el espacio en el tiempo cuando inicia algo, mientras que "mañana" el después de ese algo, igual pudiera ser sólo una noche que un lustro; sin embargo cuando dice "el día que llegó, tenía ojeras malvas y barro en el tacón" aumenta la sensación de un lapso de tiempo donde cabe una relación, y finalmente me produce un sentimiento fuerte ese "no saber decir, te necesito" que se trata de: "está bien, perdóname, vamos a intentarlo, no te vayas, te necesito"...
ResponderEliminarExiste un poema de Luis Cernuda, que se llama, ahora se los pongo, Ya conocemos de sobra las referencias literias de Sabina... lean poesia....
ResponderEliminarDonde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido. Luis Cernuda
Estoy dándole vueltas a la estrofa donde dice un semáforo rojo una mochila un Peugeot y aquellos ojos miopes y la sangre llama al galope por mis venas y una nube de arena... Me recuerda una situación trágica de posible atropello, accidente, no sé... me ha trastocado un poco recuerdo y me he levantado directa a releer la letra de está preciosa canción
ResponderEliminarHola, yo lo interpreto más como la última imagen que tiene de la chica cuando la observa marcharse desde el balcón de su casa. Un intento de guardar el último recuerdo de ella, que resulta ser verla de espaldas mientras cruza la calle por un paso de cebra.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Un saludo!
Yo me inclino por esta interpretación ¡ "y aquellos ojos miopes" es en el momento del accidente
EliminarLa canción se la dedico a su amigo poeta Paco Urondo, el Peugeot refiere a la muerte del mismo luego de ser perseguido por militares..
EliminarSaludos desde ciudad Juárez Chihuahua México. Muy interesante
Eliminardisparé al corazon que yo quería con premeditación... Alguien que me explique está frase
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