Uno de los temas por excelencia en las canciones de Sabina es el amor, más concretamente el desamor. Complicado concepto para muchos que son incapaces de describirlo, y más aún para otros que en vano siguen intentando medirlo, pesarlo, o incluso comprarlo. Aunque lo abstracto del tema hace que sea casi imposible detallarlo, Joaquín lo ha hecho en muchas de sus letras, cada una desde un prisma distinto. Sin embargo, hay una canción que consigue resumir perfectamente (casi) todo lo que conlleva, haciendo uso de esos contrastes tan sabinianos que tanto le gustan a él. Bajo el título de “a la orilla de la chimenea” nos invita a sentarnos al calor del fuego, para escuchar atentamente su relato.
“Puedo ponerme cursi y decir
que tus labios me saben igual que los labios
que beso en mis sueños.”
Muchas veces cuando se intenta hacer algo con romanticismo, se cae en la cursilería. Sin embargo, eso es algo que solo se aprecia desde fuera, y nunca por ninguna de las partes implicadas; que a la postre son las únicas interesadas en el tema. Las comedias románticas de Hollywood han contribuido bastante a estas apreciaciones; pero que levante la mano el que nunca haya hecho o dicho algo calificable como cursi. Es un aspecto que hace que muchos “tipos duros” se burlen de esas tonterías, aunque luego en la intimidad probablemente recurran a ellas más de una vez.
“Puedo ponerme triste y decir
que me basta con ser tu enemigo, tu todo,
tu esclavo, tu fiebre, tu dueño.”
Aunque se suela pintar de color de rosa, muchas veces se nos destiñe igual que un bolígrafo en las manos. Es ahí cuando intentamos a la desesperada arreglar las cosas, buscar soluciones imposibles, comulgar con ruedas de molino. A veces la necesidad, o el miedo a la soledad, es tan grande que somos capaces de reinventarnos a nosotros mismos.
“Y si quieres también
puedo ser tu estación y tu tren,
tu mal y tu bien,
tu pan y tu vino,
tu pecado, tu dios, tu asesino…”
La metáfora de la estación y el tren resulta muy interesante. Si hacemos un análisis escueto de nuestras vidas, comprobaremos que, en resumidas cuentas; se trata de un continuo ir y venir, una sucesión de trayectos. Lo que hacemos es darle sentido a esos viajes, siempre se busca algo en ellos y siempre se necesita de algo para realizarlos. Cambiemos ese “algo” por “alguien” y ya tenemos la ecuación resuelta. De esas estaciones, hay muchas que son de paso, en las que apenas nos fijamos. Sin embargo otras tienen algo de especial, que hace que te bajes del tren y te adentres en ellas. Muchas de ellas esconden dentro mucho más de lo que te podías esperar, y te ofrecen algo más que otras más atractivas a la vista del viajero común. Lo mejor es cuando allí encuentras a alguien con quien compartir tu viaje, puede que hasta la próxima estación; o puede que se convierta en ese tren del que no te bajarás nunca más.
“O tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea”
Hasta el más reacio de todos, es incapaz de caminar solo, siempre le seguirá su sombra. Ese convertirse en “la sombra”, el estar siempre presente en su vida, en sus actos, en sus recuerdos, en sus pensamientos… Es lo máximo que se puede conseguir, sobre todo teniendo en cuenta que la sombra es personal e intransferible. Tener la sensación de que siempre vas a tener a alguien a tu lado es lo más reconfortante.
“Puedo ponerme humilde y decir
que no soy el mejor
que me falta valor para atarte a mi cama.”
Dicen que lo difícil no es llegar, si no mantenerse. Pero hay veces que llegar cuesta un horror, y los mayores culpables somos nosotros mismos. Nos autoconvencemos de que es mejor dejar las cosas estar, confiamos no sólo en que la diosa fortuna nos sonría, si no que delegamos en ella todo el trabajo. El bloqueo mental, también conocido como falta de agallas, es el peor enemigo de todos. No saber que decir, cómo actuar, cuando hacerlo es un lastre que a veces termina por pararnos en seco. Hay días que te levantas dispuesto a comerte el mundo, y te acuestas sin probar bocado y queriendo creer que en realidad no tenías tanta hambre.
“Puedo ponerme digno y decir
“toma mi dirección cuando te hartes de amores
baratos de un rato… me llamas”.”
En el extremo opuesto está el que convencido de sus posibilidades espera que alguien llame a su puerta. Probablemente tenga mucho más que ofrecer a otros que se venden puerta por puerta, pero si no se deja una rendija abierta; hay que tener mucha fe para pensar que intentarán tirarla abajo sistemáticamente. Todos sabemos donde comprar los productos baratos, de usar y tirar; pero para encontrar los diamantes hay que cavar mucho y duro, y no siempre se está dispuesto a ello. Como dice Sabina en otra canción, puedes terminar escupiendo al firmamento desde un hotel de lujo, con dos camas vacías.
“O tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda.”
A veces hay personas que te sorprenden, que tienen un punto de genialidad que las hace diferentes al resto. Despiertan en ti curiosidad, y no te dejan nunca indiferentes. Aunque al mismo tiempo pueden resultar desconcertantes, ya que al igual que “ese viento” van por rachas. Combinando ráfagas muy intensas que te empujan y te mueven a su antojo, con otros momentos de excesiva calma, irritante en muchos casos. Esa incertidumbre puede ser un arma de doble filo, y muy peligrosa, sobre todo tratándose de temas tan delicados e intensos como son los sentimientos.