Hace poco que Joaquin Sabina terminó su gira "El penúltimo tren" por Sudamérica, y lo ha hecho arrasando como nos tiene acostumbrados a todos. Ha recibido reconocimientos y galardones varios, incluyendo una baldosa en Buenos Aires; y seguro que la gente todavía se ha quedado con ganas de más.
En uno de sus últimos conciertos, más concretamente el que dio en el Luna Park- santuario para los sabineros argentinos comparable a lo que respresenta Las Ventas para los sabineros españoles- Sabina estuvo muy bien acompañado por varios amigos de allí. Amigos, y enemigos íntimos, porque Fito Páez no faltó a la cita y entre los dos siguió lloviendo sobre mojado. Andres Calamaro tampoco quiso perdérselo y todavía cantaron una canción de amor.
Por último, también acudió al concierto uno de los artistas más respetados y admirados por Sabina, Charly García. Estos dos viejos rockeros cantaron "No voy en tren", uno de los temas más exitosos del músico argentino. Es todo un gustazo ver lo bien que se lo pasan sobre las tablas del escenario dos grandes artistas, y ante todo dos grandes amigos.
Ya lo dijo Aute hace mucho tiempo cuando, en el inolvidable concierto de “Sabina y viceversa”, le cantó a Joaquín eso de “el perdedor es su universo”. Quizá una de las pocas alegrías que pueden encontrar los perdedores natos, es tener como líder espiritual a Sabina. La victoria, de tantos padres como siempre tiene, acaba por perder encanto y puede llegar a resultar artificiosa. Sin embargo, sobre la derrota se reflexiona mucho más y tiene un punto melancólico que la hace interesante. Además cada una es distinta a la otra, y de todas se puede aprender algo.
Como os podréis imaginar, la historia que cuenta esta canción es la de una relación de vencedores y vencidos; de sueños imposibles y crudas realidades. Para comenzar, se nos presentan a los dos protagonistas de este cuento sin perdices al final. Aunque eso no quita que seamos caballeros y permitamos que las damas vayan primero.
“Era el pez con mejores caderas
del mar de la moda,
se dejaba achuchar por cualquiera
(incluyéndome a mí),
sus palabras decían de memoria
lo que dicen todas,
sus pupilas contaban historias
para no dormir.”
No es la primera vez que lo digo, ni será la última, porque el uso que hace Sabina de las metáforas en todas sus letras es exquisito. En los dos primeros versos nos dibuja a la mujer de esta canción de manera única. El pez con mejores caderas del mar de la moda, complicado decir tanto con tan poco. A pesar de colocarla en un pedestal tan alto, inmediatamente después nos abre una rendija por la cual hasta el más vulgar de los peces tendría opciones de colarse. Desafortunadamente, a pesar de contar con los mimbres perfectos para ser distinta de los demás, sus palabras están tan vistas que acaban por hacerla vulgarmente común. Eso no quita que tenga historias por contar, como para quedarte una larga velada escuchándola, mientras el tiempo vuela sin hacerse notar.
Hagamos ahora los honores necesarios, para que entre el caballero que está dispuesto a jugarse la boca.
“Yo era el último mono, un innoble
mirón solitario,
en las bodas algún pasodoble,
de suelto… ni hablar.
El perfume tabú de Chanel
y el cubata de Larios
no acostumbran buscarse un motel
cuando cierran el bar.”
Toda la grandeza con la que empezaba la anterior descripción contrasta con la tremenda humildad de esta. El último mono, ese al que no se le acercan en un bar más que para pedirle fuego o decirle que se aparte. El que todas las noches se vuelve a su casa con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos, barruntando el por qué de su enésima derrota. Al principio intenta encontrar explicaciones, después busca culpables, entre los que siempre aparecen el destino y la fortuna; y finalmente acaba entonando (o más bien desafinando) el mea culpa. Esto ocurre, entre otra cosas, porque no tiene a nadie que lo intente convencer de lo contrario.
“Porque siempre hubo clases y yo
soy el hombre invisible,
que una noche soñó un imposible
parecido al amor.”
Dicen que las comparaciones suelen ser odiosas, pues en este caso lo son, y mucho; porque en esa clasificación que hace, se ve siempre con el farolillo rojo a cuestas. Hasta el punto de llegar a sentirse invisible para el resto, de tener que remar mucho para llegar a la misma orilla, a la que otros llegan dejándose llevar por la corriente.Cansado de estar siempre cavando en la isla del tesoro con el mapa equivocado.
“Compartimos la misma toalla,
distintos sudores,
todavía quedan islas con playas
color azafrán.
Fui su medio limón, su chéri,
su peor latin lover,
su lección de español, su desliz,
su comme ci, su comme ça.”
A pesar de todo, siempre hay unos minutos de gloria para todo el mundo, y en esta historia también ocurre. Eso sí, como ya os aventuraba, aquí nadie se va a comer las perdices al final del cuento. Lo que si ocurre es que el hechizo es efímero y nos vuelve a dejar reflexionando a nuestro hombre del traje gris. En esta ocasión rumiando lo que realmente ha sido para ella: su medio limón (la naranja aquí ni está, ni se le espera), su peor latin lover (es un arte que tiene lejos de dominar), su desliz (ni siquiera se atreve a calificarlo como un logro a destacar entre sus numerosos desencantos), su comme ci, su comme ça (si, pero no, esto no es para ti).
“Pero un día retiraron las mesas
y… hasta otro verano.
Las mejores promesas son esas
que no hay que cumplir
y… “viajeros al tren, que nos va-
mos”, me dijo un milano,
“flaco, pórtate bien, au revoir,
buena suerte en París”.”
Llegamos al final de la historia, que como no podía ser de otra forma, termina con una despedida. No habrá escena al estilo Casablanca, es más aquí se dicen verdades como puños sobre las mentiras piadosas de las que muchas veces se echa mano: “Las mejores promesas son esas que no hay que cumplir”. Tirar de discursos tan manidos no sirve de mucho para quien los ha escuchado cientos de veces. Es complicado ver la misma película una y otra vez, cuando ya sabes el final; y sobre todo, cuando ya sabes que no te gusta ese final.
“Porque siempre hubo clases y yo
no doy bien de marido.
Otra vez a perder un partido,
sin tocar el balón.”
Resulta admirable por otra parte que se siga teniendo esperanza, y se salte al campo con ganas de comerse el mundo luciendo impecable el traje; para comprobar como otra vez estás en el minuto 90, con el marcador en contra y sin haber podido hacer ni el saque inicial (del saque de honor mejor no comentar nada).
“Porque el mundo es injusto, chaval,
pero si me provocan
yo también sé jugarme la boca,
qué te voy a contar.”
Hay un par de derechos que no se le pueden quitar a nadie, uno es el derecho a soñar y otro es el derecho al pataleo. Además suelen ir de la mano, porque siempre acabas pataleando cuando el sueño te explota en las narices. Eso sí, es digno de elogio que este perdedor universal nunca rehúse de jugarse la boca aún a riesgo de añadirle otra cicatriz más.
Retomo la sección de "Sabina versiona", que la tenía un poco abandonada. Cierto es que siempre encuentras más gente que versiona canciones de Sabina que al contrario. Sin embargo, hoy os traigo una canción que seguramente conoceréis de sobra, pero dudo algo más que sepáis que el flaco la había interpretado en alguna ocasión. Se trata del clásico "La bien pagá", una canción más propia de tonadilleras que de cantautores, pero a la que Sabina le sabe dar el mismo sentimiento o incluso más que otros.
A lo inigualable de sus letras, se le une lo inconfundible de su voz que se ha convertido en un sello que certifica todas sus obras. No es nada fácil que a medida que se te va rompiendo la voz, vaya ganando en fuerza y autenticidad. No es fácil encontrar dentro del panorama musical patrio, ni en el internacional tampoco, a alguien que tenga un registro similar al de Joaquín.
Sabina ha conseguido crearse un estilo nuevo y propio dentro de la música. Es por eso que siempre que interpreta una canción que no es suya, la hace renacer. Las arrugas de su voz actúan como un filtro perfecto donde nacen o se reinventan las canciones. Las versiones de Sabina tiene algo especial, algo distinto, duende que dirían los flamencos.
Hay muchas letras que necesitan de una voz desgarrada para que te lleguen más directamente, que te golpeen sin preguntar. Un ejemplo muy claro para mí es el de Princesa, me gusta muchísimo más las últimas versiones que han aparecido en los directos que la de viceversa. Parece que ese "ahora es demasiado tarde princesa" sea mucho más tajante ahora que antes.
Seguramente Miguel de Molina no se podía imaginar que, mientras interpretaba esta canción en 1952 rodando la película "Esta es mi vida" en Argentina; un ubetense que por aquel entonces contaba con 3 años , acabaría interpretándola y se convertiría en poco menos que una religión en ese país.
Hace dos años ya, comenzando un mes tan Sabinero como es el de Abril, este blog iniciaba su andadura. Afortunadamente, nadie me robó el mes de Abril, y el blog sigue abierto para todos los sabineros que quieren descubrir algo más del maestro, así como para los que todavía no lo conocen. Escribir sobre las canciones de Sabina no siempre es sencillo, es más , muchas veces supone un reto bastante complicado. Sobre todo teniendo en cuenta que tratamos con un hombre que juega tanto con las ambigüedades, que combina tanto los opuestos, que siempre tiene las palabras exactas para describir lo que todo el mundo siente pero pocos saben explicar...
Durante este tiempo que llevo haciendo el blog, también he descubierto que nadie tiene la verdad absoluta o la interpretación perfecta para una canción o unos versos. Al principio era algo que me retraía un poco, el miedo a no hacer un análisis perfecto. Afortunadamente, tardé poco en descubrir que eso ni existe, ni sería bueno que existiera.
Probablemente si escribiera sobre una canción que ya haya comentado, habría nuevas ideas, porque todo esto es cualquier cosa menos una ciencia exacta. Lo bueno es compartir esas sensaciones y poder contrastarlas con los demás, porque siempre hay algo que se te escapa y de lo que otros se percatan mucho antes y viceversa.
Además, hay muchas cosas en las canciones que hasta que no las lees detenidamente pasan desapercibidas. Ese es el motor que mueve a este blog, hacer una pausa y atender detenidamente a los mensajes que encierran las canciones. Ver que todas esas historias, que pudieran parecer pura y dura fantasía, están muy presentes en nuestro día a día. Todos hemos conocido a alguna Princesa o Barbi Superestar, todos hemos tardado 19 días y 500 noches en olvidar a alguien, todos hemos vivido en Calle Melancolía y todos hemos pensado "Y sin embargo..." .
Como ya he comentado, las buenas canciones son aquellas que llevan bien el paso del tiempo, que no pierden vigencia, que tienen un mensaje universal que valía hace 20 años y valdrá dentro de otros 20. Tratándose de un maestro como Sabina, esto está más que asegurado.
Muchas gracias a todos los seguidores del blog y espero volver a veros el próximo Abril.