"A la sombra de un león" es una de mis canciones favoritas aunque, curiosidades de la vida, no esté presente en ningún disco de Joaquín Sabina. Esto se debe a que la canción se la regaló a Ana Belén, y con ella solamente la ha interpretado en directo. Esta canción resulta poco menos que perfecta cuando la cantan dos voces, una masculina y otra femenina, y si los dueños de esas voces son Joaquín y Ana Belén sobran las palabras.
Ya la analicé en su momento, cuenta una historia tan bonita como triste, tan fantasiosa como realista. Es un recorrido por esas historias de amores imposibles que solo salen bien en las películas. El loco que se enamora de la diosa, y vive su sueño particular hasta que alguien lo despierta con un cubo de agua fría. Un homenaje para aquellos aficionados a los imposibles, que no se resignan a su mala suerte. Aquellos que por más veces caigan como pájaros de los árboles, se levantan del suelo, se sacuden el polvo con dignidad y continúan su camino con entereza y la cabeza alta.
También resulta un regalo para su amada ciudad de Madrid, y en especial para esa estatua tan reconocida mundialmente como es La Cibeles; con una historia a sus espaldas digna de consultar. Tampoco podemos olvidar la exquisitez de la música que acompaña a la historia, obra de J.M. Bardagí. Personalmente, tengo debilidad por las canciones en las que el piano forma parte importante del acompañamiento música; incluso más, si lo hace de forma exclusiva (como ocurre en algún directo de Peces de Ciudad).
Esta versión la realizó Soledad Giménez para el disco "Entre todas las mujeres", y la dulzura de su voz le viene como anillo al dedo (ese mismo anillo que el interno 16 le mangó en El Corte Inglés, y en el dedo al día siguiente, vio a la novia del agente, que lo vino a detener).
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