Serrat tiene el don de contar historias cotidianas, cercanas, humanas, mundanas con una exquisitez absoluta y un ingenio del que muchos carecen. Juega como nadie con las metáforas y no le tiembla el pulso a la hora de mandar algún mensaje, con la contundencia del gancho de derecha de un púgil. “Pendiente de ti” es una de esas canciones en las que se pone sobre la mesa un mal de muchos y que escucharla puede hacer que nos consolemos tontamente.
¡Eres tan egoísta...! Sólo piensas en ti.
Vienes en mi busca cuando necesitas cuartelillo,
y en cuanto lo consigues me dejas y te vas
sin fumarte, siquiera, un cigarro conmigo.
Hablando de mensajes directos, no puede empezar de manera más contundente que acusando al otro de ser un completo egoísta. Es el innegable derecho al pataleo que a todos nos queda cuando nos sentimos derrotados. Continúa hablándonos del tópico “por el interés te quiero Andrés”, que en mayor o menor medida se repite una y otra vez. A veces de una forma más sutil y otras veces con mayor descaro. ¿Quién no se ha sentido alguna vez como un Andrés? y por extensión ¿quién no se ha rodeado/servido de alguno?.
Siempre la misma jugada.
Me utilizas y a otra cosa.
No hablamos nunca de nada.
Ni te esfuerzas en mentir.
Ni me sacas a cenar.
Ni te quedas a dormir.
En esta partida de ajedrez tan particular, en la que todos queremos ser reyes, no es plato de buen gusto verse relegado al papel de simple peón. Tener los movimientos limitados, no ser nunca el protagonista principal de las mejores jugadas, ser el primero en la lista de los descartables y que nadie lamente tu marcha en exceso. Con este panorama, lo más probable sería abandonar la partida; pero de vez en cuando te recuerdan que llegando al final del tablero, te aguarda el premio de convertirte en una figura.
No sé quién eres tú
ni lo que soy para ti.
Si hay algo entre tú y yo
te importa un pito.
Entre tantas idas y venidas, tantos altibajos, tantos vuelos y tantos arrastres a ras de suelo; no es difícil que acabes dudando de todo. Por momentos ya no sabes con quién estás tratando, qué esperas y lo más importante de todo, por qué esperas. Esas dudas pueden llegar a extenderse hasta a ti mismo, haciendo que te replantees si quizá la culpa sea tuya, si estés haciendo todo mal; mientras ves como te adelantan por la derecha, por la izquierda y tu no sepas que pedal pisar para evitarlo.
No sabes que vivo
pendiente de ti
y tengo también
mi corazoncito.
A veces es necesario recordar las cosas, alzar la mano y quizá también la voz. Darnos la importancia que algunos nos niegan e intentar remover alguna que otra conciencia. Coger un taburete y subirnos a él, para que no sólo se fijen en los más altos. Reclamar nuestro sitio y no conformarnos con bonitas palabras, que de tan repetidas cada vez son más feas.
Así le habló la rama al pajarillo...
Vienes en mi busca cuando necesitas cuartelillo.
Y así lo repetían, desencantados,
una musa a un poeta y un voto a un diputado.
Y el cordel a la peonza,
y un rayo de sol a un viejo,
y las montañas al eco,
y el soldado al comandante;
y la guitarra a la canción
y la canción al cantante.
Después del lanzamiento de mensajes, llegamos al turno del juego de metáforas, donde El Nano nos describe gráficamente los dos roles que se dan en esta historia. El cordel que está cansado de darle el empujón a la peonza, para que una vez iniciado su baile se desentienda totalmente de él. El soldado ninguneado y en ocasiones humillado por el comandante cuando aparecen otros con más estrellas en la solapa. Las musas que sirven de apoyo al poeta cuando está necesitado, y se olvidan de ellas cuando el éxito aparece. El votante que recibe elogios sin parar, se siente especial y cree tener un sitio preferencial en la memoria del diputado. El eco que busca a las montañas porque saben que sólo ellas le pueden dar el impulso que necesita.
La canción termina con una advertencia, la típica advertencia en estos casos, sobre la posibilidad de que llegue un momento en el que te canses de esperar y de aguantar. De aguantar la vida de peón sabiendo que en otro tablero podrías ser perfectamente el rey.Pero te prevengo que no voy a permitir
que sigas jugando con mis sentimientos.
Vendrás a buscarme cualquier día de estos
y tal vez entonces ya no estaré aquí...
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