29 diciembre 2017

Pongamos que hablo de Madrid

Han pasado más de tres décadas desde que Sabina introdujera una de sus grandes obras describiendo a Madrid como una ciudad "invivible pero insustituible". Muchos años en los que ha presenciado, atónito, como su crítica canción con la capital de España se convertía en el himno oficioso de la misma. Como homenaje a la canción he recogido seis de las múltiples versiones que hay de ella, y las he juntado todas para crear un "mashup".

17 diciembre 2017

Corazón de Neón

Cemento, hormigón y polución, tres conceptos que cuando van juntos nos están avisando de que llegamos a la gran ciudad. Una canción escrita a finales de los 80 y que el paso de los años le ha ido dando la razón en cada una de las ideas allí expuestas. De hecho el arranque es tan demoledor como inapelable, las grandes ciudades han crecido de espaldas al cielo. No han tenido reparos en escupirle vómitos de humo y todos sabemos lo que, tarde o temprano ocurre cuando le escupes al cielo. Si en Pobre Cristina hay gente tan pobre que no tiene más que dinero, en Corazón de Neón hay ciudades con tantísima gente que lo que conforman es un mapa superpoblado de soledades. Pasa lo mismo que cuando llegas a un sitio donde hay tantas personas que los das a todos por saludados.

“La ciudad donde vivo ha crecido
de espaldas al cielo,
la ciudad donde vivo es el mapa
de la soledad.”

Una estampa que se suele repetir es la llegada a la gran urbe desde un pueblo de provincias, con la maleta cargada de sueños (afortunadamente los sueños no le quitan espacio en la maleta a los tuppers) y el dinero cosido a los bolsillos por tu madre. Esa vez te apeas cuidadosamente para no introducir el pie entre el andén y el vagón, lees la cartelería de la estación y te esperas cuando el semáforo empieza a parpadear. Pero poco después alguien te da a probar ese caramelo relleno de ansiedad, y te conviertes en otro elemento más de la urbe que siempre va con demasiada prisa para perder el tiempo.

“Al que llega le da un caramelo
con el veneno de la ansiedad,
la ciudad donde vivo es mi cárcel
y mi libertad.”

Mi cárcel y mi libertad, una contradicción y una tautología al mismo tiempo. La ciudad te ofrece una infinidad de oportunidades y posibilidades, pero bajo la pequeña condición de no poder abandonarla. No resulta extraño encontrar a muchas personas quejarse amargamente de la ciudad en la que viven, para afirmar al mismo tiempo que no serían capaces de vivir en otro lugar. No es casual que en la letra se haga mención a Estocolmo, porque muchos sufren su síndrome y acaban necesitando a ese ogro con dientes de oro.

“La ciudad donde vivo
es un ogro, con dientes de oro,
una amante de lujo que siempre
quise seducir.”

Si se desea tener un muestreo rápido de la diáspora de personajes que deambulan por sus calles, el transporte público es la mejor opción; por allí se mueven rutinariamente Dios y el Diablo, y hay horas bisagras que unen al funcionario y al travesti en la misma dirección pero distinto sentido. También hay hueco para figuras tan duras como la de un niño limpiando un fusil, que nos viene a recordar que estamos en una jungla dónde el más fuerte suele tener la ley de su parte; o un pájaro herido envuelto en papel celofán, mostrándonos la asepsia que se instala ante las adversidades ajenas.   

“La ciudad donde junta a Dios y al Diablo,
al funcionario y al travesti,
la ciudad donde vivo es un niño,
limpiando un fusil.
La ciudad donde vivo es un monstruo
con 7 cabezas, es un pájaro herido
envuelto, en papel celofán.”

Aunque hasta este punto la letra parezca un alegato en contra de las grandes villas, en la parte final le concede un hueco al bien dentro de este templo del mal construido hasta el momento. Este barril de cerveza que sigue dando de beber a todo el que se acerca a él, y que sigue creciendo a pasos agigantados ante la afluencia de sedientos. Sedientos y algo conscientes de que en algún momento puede llegar a estallar.

“Corazón, corazón, corazón, corazón de cemento
corazón, corazón, corazón, corazón, de hormigón
corazón, corazón enfermo de polución,
corazón, corazón, corazón, corazón de Neón.”


El neón ha sido una figura muy recurrente en muchas de las letras de Sabina. En sus comienzos nos enseñó la receta del Zumo de Neón, luego le abrió el Corazón de Neón a la Orquesta Mondragón primero y a Los Rodríguez después. Finalmente, cuando empezó a recordarnos que se hacía tan viejo como tan joven, nos confesó que confundió con estrellas las luces de neón.  

18 noviembre 2017

Cuando era más joven

Cuando era más joven, bastante joven, tanto que de los dos palmos que levantaba del suelo, la mitad correspondían a mi flequillo; solía hacer excursiones a la habitación de mi hermana. Allí había un cajón en particular que me encantaba revolver, el de las cintas de casete. Así conocí por primera vez a un tal  Joaquín. A partir de ese momento, esas cintas se multiplicaron y empezaron a frecuentar mi radio-casette, mi walkman y la radio del coche de mi padre. En uno de los viajes amenizados por las canciones de Sabina, recuerdo a mi madre decirme que él tenía los dientes amarillos por decir palabrotas.

“Cuando era más joven viajé en sucios trenes que iban hacia el norte
Y dormí con chicas que lo hacían con hombres por primera vez,
Compraba salchichas y olvidaba luego pagar el importe.
Cuando era más joven me he visto esposado delante del juez.”

Aunque ahora los niegue todos, Sabina nos ha ido cantando muchos pasajes de su vida, tomándose las licencias literarias que fueran necesarias. “Cuando era más joven” fueron unas memorias adelantadas, ya que cuando la estrenó apenas llevaba un lustro pisando las tablas. No obstante, llevaba unas cuantas peripecias a sus espaldas dignas de ser relatadas. Ahora sabemos de ellas gracias a los diversos libros que se han escrito sobre su vida y obra, pero por aquellos años el gran público las desconocía; y esta canción resultó ser uno de los primeros testimonios autobiográficos del flaco.

La nostalgia por los años 80 está resultando muy exitosa últimamente en el mundo de las artes. Estamos asistiendo a secuelas y remakes de películas míticas de aquella década, y cada vez hay más producciones nuevas ambientadas en esos años. Aunque sepamos que esta canción está firmada en 1985, la letra nos permite hacerla atemporal. Básicamente la podemos dividir en dos bloques, separados por un célebre estribillo.

“Cuando era más joven cambiaba de nombre en cada aduana,
Cambiaba de casa, cambiaba de oficio, cambiaba de amor,
Mañana era nunca y nunca llegaba pasado mañana,
Cuando era más joven buscaba el placer engañando al dolor.”

En la primera parte tenemos el flashback, viajamos a un pasado que nos gusta recordar y por lo general a puntos de inflexión en nuestras vidas. Nuestra mente gusta de navegar por episodios importantes, y la memoria muchas veces se encarga de remasterizar las viejas historias para que luzcan mejor en el presente. Hoy nos gastamos un dineral en un televisor 4K, para luego quedarnos embobados viendo los dibujos animados de nuestra infancia.  

“Pasaron los años, terminé la mili, me metí en un piso,
Hice algunos discos, senté la cabeza, me instalé en Madrid,
Tuve dos mujeres, pero quise más a la que más me quiso,
Una vez le dije: "¿Te vienes conmigo?" Y contestó que sí.”

En la segunda parte, finaliza el viaje y nos sitúa de nuevo en el momento actual. Ahí llega el momento de hacer balance, comprobar si las alforjas fueron necesarias y comparar nuestra figura actual con el holograma del recuerdo. Un ejemplo de esos contrastes está en la letra, cuando era más joven dormía de un tirón y comer era un privilegio; y ahora hay veces que pierde el apetito y no puede dormir. Cosas que antes eran un lujo y ahora damos por descontado, cosas que antes nos resultaban fáciles y ahora requieren de un esfuerzo.

“Hoy como caliente, pago mis impuestos, tengo pasaporte,
Pero algunas veces pierdo el apetito y no puedo dormir
Y sueño que viajo en uno de esos trenes que iban hacia el norte.
Cuando era más joven la vida era dura, distinta y feliz.”

Los trenes están muy presentes en varias de sus canciones, y también han sido el motivo principal en la decoración de sus escenarios en bastantes ocasiones. A la chica de las medias negras, que en un principio la vio en un paso de cebra toreando autobuses, la recolocó años después en la estación de Linares-Baeza toreando tranvías. Esos trenes que de joven le parecían sucios y que ahora suspira por volver a subir en ellos. Esas chicas a las que sacaba la lengua cuando paseaban del brazo de otro tipo, y a las que le gustaría invitar aunque olvidara pagar el importe.  ¿Chicas que eran princesas, y tipos cuyo traje se tornó gris?

“Dormía de un tirón cada vez que encontraba una cama,
Había días que tocaba comer, había noches que no,
Fumaba de gorro y sacaba la lengua a las damas
Que andaban del brazo de un tipo que nunca era yo.”


Los cambios de nombre, casa, oficio y amor son mucho más frecuentes y fáciles cuando el mañana se ve lejano, y el pasado mañana ni se contempla. Con el paso del tiempo se le va dando más importancia a no errar el tiro, a quedarse con quien más te quiera (tan simple y tan complicado) buscando la felicidad doméstica. Justamente para luego poder echarle la culpa de otras cosas, como Joaquín hacía hace poco al lamentar que las musas le habían abandonado; como contraprestación a esa felicidad. Afortunadamente, la parte de la letra en la que dice que sentó la cabeza no era cierta, y todavía dudamos de que haya sucedido.  Se suele decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero se suele convenir en que fue duro, distinto y feliz.  

Sabina cuando era más joven

Sabina cuando era menos joven

04 noviembre 2017

Caballo de cartón

Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal. Existen dos tipos de personas, los que leen esa secuencia sin más y los que la cantan. Si el Metro de Madrid tuviera un himno, esta canción de Joaquín Sabina sería una buena candidata. Se trata del primer Sabina, el más urbano, el que se podía permitir el lujo de frecuentar lugares públicos y retratarlos posteriormente con su Polaroid en forma de pluma. No solemos concebir que una rutina pueda ser bella, suele traer connotaciones negativas en la mayoría de los casos. Pero con la melodía adecuada y las palabras en su orden, todo resulta más hermoso.

"Cada mañana bostezas, 
amenazas al despertador 
y te levantas gruñendo 
cuando todavía duerme el sol, 
mínima tregua en el bar, 
café con dos de azúcar y croissant, 
el metro huele a podrido, 
carne de cañón y soledad."

En la primera estrofa ya nos ha cantado como la amazona de su particular caballo de cartón inicia un nuevo día. Ese despertador que canta artificialmente un par de horas antes de que lo haga el gallo, una leve concesión a la que debería ser la comida más importante del día y el primer pie que entra en el mundo suburbano.

A ciertas horas de la mañana, resulta bastante común la ausencia de ganas de hablar con la gente; pero el trayecto en metro al trabajo se suele alargar lo suficiente como para buscar entretenimiento observando alrededor. Varios personajes habituales del vagón de la línea 1 quedan retratados en este relato también, para mayor o menor gloria de cada cual. Curiosamente, hay ciertos desconocidos que acaban convirtiéndose en una referencia de tu trayecto al trabajo. Personas que te recuerdan que es martes, que deberías calzarte más a menudo las deportivas o que en comparación, sitúan tu estilismo en la pasarela Cibeles o hacen que tu vestuario desprenda olor a naftalina.


"Que buena estás corazón, 
cuando pasas grita el albañil 
el obseso del vagón se toca mientras piensa en tí, 
la voz de tu jefe brama 
“estas no son horas de llegar” 
mientras tus manos archivan tu mente empieza a navegar."

Hay ciertas horas que son bisagra, en las que el desayuno resulta ser el punto en común del que empieza una nueva jornada y al que se le alargó la del día anterior. Los versos que mejor definen una estampa típica del metro son “danza de trajes sin cuerpo, al obsceno ritmo del vagón”. Ese movimiento rectilíneo, pero no uniforme, al que todos nos adaptamos (algunos controlando con más pericia que otro los frenazos y las curvas). Esa inercia con la que muchos avanzan por sus pasillos, aunque todavía su mente no se haya quitado el pijama.
"Ambiguas horas que mezclan al borracho y al madrugador, 
danza de trajes sin cuerpo al obsceno ritmo del vagón, 
hace siglos que pensaron: 
“las cosas mañana irán mejor” 
es pronto para el deseo y muy tarde para el amor."

Es muy notorio el contraste que se produce entre las estrofas y el estribillo. Las primeras nos van relatando un episodio marmotesco con pocas emociones fuertes. Culmina la historia intentando dejar para mañana lo que no debas soñar hoy, quedándose en un punto en el que siempre es demasiado pronto o demasiado tarde.  A cambio el estribillo arroja un halo de luz y propone un viaje a caballo. Un viaje a caballo de cartón, como ese niño pequeño que sale corriendo de la escuela y se alegra de que lo estén esperando en la puerta. Si a los niños les encanta que al salir de la escuela les estén esperando en la puerta con la merienda; de adultos también se agradece que alguien le endulce la tarde.

"Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal, 
¿Dónde queda tu oficina para irte a buscar? 
Cuando la ciudad pinte sus labios de neón 
subirás en mi caballo de cartón. 
Me podrán robar tus días… tus noches no."

El verso final de la canción no deja de ser una metáfora estupenda de lo que es la vida cotidiana para la mayoría. En cierto modo, vendemos nuestros días para poder disfrutar de nuestras noches. A fin de cuentas, las grandes fiestas siempre pasan por la noche; y las peores resacas se sufren por la mañana.

07 octubre 2017

España Camisa Blanca

Aunque no es la primera vez que incluyo alguna canción que no sea de Sabina, si que considero ésta como una ocasión bastante especial, dados los últimos episodios nacionales, que diría Galdós. He de reconocer que mi primera idea fue escribir sobre Máter España, pero Google me recordó amablemente que ya lo hice hace siete años. Ha sido un gratificante ejercicio repasar mis palabras y comprobar que la letra de Joaquín sigue estando más que vigente, son las ventajas de escribir sobre un maestro universal. En esta ocasión no hago uso del bombín ubetense, ni busco a su primo Serrat. Tampoco me alejo demasiado, ya que Víctor y Ana son parte de la familia.
España camisa blanca de mi esperanza

reseca historia que nos abrasa

con acercarse solo a mirarla,

paloma buscando cielos más estrellados

donde entendernos sin destrozarnos

donde sentarnos y conversar.
Empecemos por el título, que además es el impulso para cada una de las estrofas de la canción. Se agradece que se guarden las banderas por un segundo, sobre todo cuando se han venido utilizando como un elemento de conflicto. Hemos llegado a un punto en el que sobran de la bandera colores, barras, escudos y estrellas; es necesario dejarla completamente blanca (como resultado de la suma de todos los colores). Una camisa blanca es un claro símbolo de nobleza y generosidad, para que no olvidemos que a la hora de donar órganos somos los primeros. Una camisa blanca también es la que menos oculta las manchas, y a lo largo de nuestra historia hemos demostrado también que bajamos al barro con demasiada frecuencia. En la camisa blanca es difícil disimular las arrugas, y la Península Ibérica ha vivido muchos siglos de los cuáles solamente uno es considerado de Oro.

España camisa blanca de mi esperanza
la negra pena nos atenaza
la pena deja plomo en las alas
quisiera poner el hombro y pongo palabras
que casi siempre acaban en nada


cuando se enfrentan al ancho mar.

Las camisas blancas tienden a amarillear, a ponerse ásperas, y nosotros no hemos sido de lavarla con suavizante. Al contrario, hemos abusado de la lejía, especialmente en el siglo pasado; con esa historia reseca que sigue amenazando con abrasar el todavía adolescente siglo XXI. Curiosa la referencia al gesto de arrimar el hombro y a la alternativa de poner palabras que acaban en nada. Estos días tenemos demasiado de las dos cosas, hombros que empujan hacia el precipicio y palabras demasiado huecas. Una camisa blanca no puede ocultar una herida que sangra, y a poco que nos conozcan son capaces de situar dónde se encuentran nuestros puntos más débiles. Ojo, una cosa es encontrar las heridas y otra muy diferente saber curarlas. Hace falta medicina interna para solucionarlo; cualquier agente externo no hará más que empeorar la situación.
España camisa blanca de mi esperanza

a veces madre y siempre madrastra

navaja, barro, clavel, espada;

la muerte siempre presente nos acompaña

en nuestras cosas más cotidianas

y al fin nos hace a todos igual.

Esta estrofa encierra lo que es para mí la clave de la identidad nacional, que de un tiempo a esta parte se ha convertido en una especie de piedra filosofal. Son nuestras cosas más cotidianas las que nos hacen a todos igual. Curiosamente cuando más evidente se hace esto, es cuanto más lejos te encuentras de casa. Al final es mucho más fácil convivir con alguien que comparte tus horarios, entiende tus bromas, recuerda tus nostalgias, valora la gastronomía, respeta los tiempos de la sobremesa y no perdona los de la siesta; cómo tú lo haces. Ésas son las verdaderas fronteras. Os puedo asegurar que cuando se cruzan los Pirineos todas esas cosas son difíciles de encontrar, mientras que a lo largo y ancho de la península se encuentran con facilidad. Pueden cambiar los aderezos, pero tenemos una base muy similar, basta con aceptar que cada zona tiene un punto de sal diferente.
España camisa blanca de mi esperanza
aquí me tienes, nadie me manda
quererte tanto me cuesta nada
nos haces siempre a tu imagen y semejanza
lo bueno y malo que hay en tu estampa
de peregrina a ningún lugar.
Las camisas blancas también son las más utilizadas en las celebraciones, y es que al final la patria es el sitio dónde quieres celebrar tu cumpleaños. El lugar dónde más veces te has comido las doce uvas, uvas a las que probablemente le has pedido grandes cosas para la humanidad (y de las que te has olvidado con tristes conflictos territoriales). También es el lugar al que te halaga que te inviten a disfrutar, a comprobar que en lo superficial somos bastante diferentes pero en lo esencial somos iguales. Lo que realmente te hace orgulloso de tu país son las personas que pasaron, pasan y pasarán a la historia. Personas que por compartir tus costumbres, sientes cercanas e incluso te ves reflejadas en ellas. ¿Cómo nos va a costar querer tanto al lugar dónde somos más felices?. Sin embargo, a veces se quiere querer tan fuerte a una nación, que se olvida que como diría Serrat: "Detrás, está la gente".  

09 septiembre 2017

Yo me bajo en Atocha

Probablemente todavía Sabina siga sin poder explicarse como una canción en la que criticaba a Madrid, pudo convertirse en himno de la ciudad. Pongamos que hablo de Madrid fue uno de las primeros conejos que se sacó del bombín, y durante muchos años fue imprescindible en sus conciertos. Cuando el siglo XX, cansado, se acercaba ya a su fin, Joaquín volvió a regalarle a la capital del reino otra declaración de amor/odio. Quizá en el lugar dónde empezó todo, bajándose de uno de esos sucios trenes que iban hacia el norte, en la estación de Atocha. Estoy seguro que una parte significativa de los habitantes de la ciudad comparten esa estampa. Distintas épocas, algunos con maletas de madera y una gallina bajo el brazo, y otros con maletas de ruedas llena de tuppers maternos. 


 Con su boina calada, con sus guantes de seda, 
su sirena varada, sus fiestas de guardar, 

su vuelva usted mañana, su sálvese quien pueda,
 
 su partidita de mus, su fulanita de tal. 


 Maternos, detengámonos un segundo aquí, porque no es casualidad que Madre y Madrid compartan casi al completo su etimología. La ciudad es una madre, de una familia muy numerosa para más señas, en la que los miembros son muy variopintos. Pocos de ellos son oriundos de la capital, y poco importa para ser sinceros. Con el paso del tiempo, aunque sigan negando ser madrileños, acaban adoptando las costumbres que ella les va inculcando; tanto las buenas como las malas.


 Con su todo es ahora, con su nada es eterno,
 
 con su rap y su chotis, con su okupa y su skin,
 
 aunque muera el verano y tenga prisa el invierno
 
 la primavera sabe que la espero en Madrid. 



A una madre de vez en cuando se le pone mala cara, sobre todo en los primeros años cuando te coloca el plato de acelgas en la mesa; y te asegura que ahí seguirá hasta la cena si se te pasa por la cabeza esquivarlo. Esas acelgas también te las sirve Madrid, en un poblado catering que se extiende por la M-30; y también te asegura un menú parecido si te intentas escapar por la M-40. Con el paso del tiempo, se va asumiendo como un mal necesario y un tema recurrente para conversar en el ascensor.


 Con su hoguera de nieve, su verbena y su duelo,
 
 su dieciocho de julio, su catorce de abril.
 
 A mitad de camino entre el infierno y el cielo
 
yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid. 


 Algunas madres también han vivido la guerra, y eso condiciona su actitud ante la vida y sus reacciones ante determinados acontecimientos. Aunque de aquellos tiempos sólo tenemos documentos en blanco y negro, todavía hay demasiados amagos de darles color. Algo positivo si se hace con el propósito de enmienda, algo peligroso si se repiten los mismos pasos con distintos zapatos. Esta madre vio como dos hermanos, uno que cumplía años el 18 de Julio y otro que hacía lo propio el 14 de Abril, acabaron enfrentándose en distintas trincheras a pesar de haber comido cocido del mismo puchero.




 Con su otoño Velázquez, con su Torre Picasso, 
 su santo y su torero, su Atleti, su Borbón, 
 sus gordas de Botero, sus hoteles de paso, 
 su taleguito de hash, sus abuelitos al sol. 


 A una madre también se le niegan de vez en cuando manifestaciones públicas de amor, por culpa de
esa ridícula vergüenza. Algo de esto ocurre con Madrid, se le niegan muchas de sus virtudes y no se repara en críticas con sus defectos. Se le pide un plato caliente para cada vez más comensales (y más exigentes) y al mismo tiempo no se le perdona que no esté siempre vestida de manera impecable. Lo cierto es que, de puertas para dentro, y con la perspectiva analítica de los años se ven más grandes las cuentas del haber que las del debe.


 Corte de los Milagros, Virgen de la Almudena, 
 chabolas de uralita, Palacio de Cristal, 
 con su "no pasarán" con sus "vivan las caenas", 
 su cementerio civil, su banda municipal 


Una madre tiene acceso exclusivo a la varita que usa cuando se pone el traje de hada madrina y te deja con un palmo de narices. Madrid no tiene una Torre Eiffel ni un Big Ben, pero de repente Sabina te invita a pasear por El Retiro en otoño, y te encantaría parar el tiempo frente al Palacio de Cristal; o te presenta a la señá Cibeles y sueñas con dormirte a la sombra de un león. Galdós dijo que Madrid era un "poblachón manchego", curioso contraste para una gran urbe; y yo que vengo de uno (cuyo vino financió parte de la Puerta de Alcalá), puedo asegurar que el escritor canario estaba en lo cierto. A pesar de que a priori se podría pensar que no las tiene, la ciudad conserva sus raíces en numerosos rincones.


 He llorado en Venecia, me he perdido en Manhattan,
 he crecido en La Habana, he sido un paria en París,
México me atormenta, Buenos Aires me mata,
pero siempre hay un tren que desemboca en Madrid,
 pero siempre hay un niño que envejece en Madrid,
 pero siempre hay un coche que derrapa en Madrid,
 pero siempre hay un fuego que se enciende en Madrid,
 pero siempre hay un barco que naufraga en Madrid,
 pero siempre hay un sueño que despierta en Madrid,
pero siempre hay un vuelo de regreso a Madrid. 


 Una madre también es la primera en darse cuenta cuando su hijo está enamorado. Esa ley no escrita, pero si jaleada en los patios del colegio, de "los que se pelean se desean" probablemente encierre la fórmula secreta de Madrid. Muchos de sus residentes no pierden ocasión de atizarle sin piedad, pero conscientes de que esa ciudad invivible es también insustituible en sus vidas. A veces es necesario transitar por diversas ciudades y países, para poder llamar "mi casa" a Madrid con conocimiento de causa. Llevando el tema de los contrastes al límite, mientras hay gente que se moriría en Madrid, también hay quién volvió a nacer el primer día que la pisó.

02 agosto 2017

Princesa

No deja de resultar curioso que, en el repertorio de un reconocido ateo republicano, sobresalgan las figuras de una "Princesa" y de la "Magdalena". La primera le dio la alternativa a mediados de los años 80 y la segunda la confirmó en las postrimerías del siglo XX. Ambas no solamente son imprescindibles en cualquiera de sus conciertos sino que marcan los tempos del mismo. Princesa le acompaña en los escenarios desde que gastaba chaquetas con hombreras, y la de Magdala desde que usa bombín por si hubiera un buen motivo para quitárselo.
Entre la cirrosis y la sobredosis
Andas siempre muñeca
Con tu sucia camisa
Y en lugar de sonrisa
Una especie de mueca

Cómo no imaginarte
Cómo no recordarte hace apenas dos años
Cuando eras la princesa de la boca de fresa
Cuando tení­as aún esa forma de hacerte daño

En la corte Sabinera, no se presenta a la princesa entre pompa y circunstancia, se la sitúa en cambio a medio camino entre la cirrosis y la sobredosis. Empieza el cuento por un final despejado de perdices, y un descenso culminado a los infiernos. Pero en seguida se remonta al inicio de la historia, cuando ella brilla con tanta luz propia que es imposible borrar ese recuerdo onírico de la misma. Es la princesa de tu infancia, adolescencia o incluso época universitaria; a la que hubieras rendido pleitesía en el mismo momento que ella lo mandase.
Maldito sea el gurú
Que levantó entre tú y yo un silencio oscuro
Del que ya sólo sales para decirme
"Vale, déjame veinte duros"


El silencio es muchas veces el principal culpable de ciertos distanciamientos, el causante de lo que nunca fue pero pudo haber sido. La evolución de esta canción en los directos quizá sea una de las más evidentes de todo el cancionero de Joaquín. Al principio era un ritmo mucho más acústico y pausado, y ahora los primeros acordes son una descarga eléctrica que te predispone a lanzar la soflama de "Cuantas veces hubiera dado la vida entera, porque tú me pidieras llevarte el equipaje". Con una mezcla de resignación y reproche, un intento de repartir equitativamente las culpas.
Ya no te tengo miedo, nena
Pero no puedo seguirte en tu viaje
Cuántas veces hubiera dado la vida entera
Porque tú me pidieras llevarte el equipaje


Es una canción dura, no deja de ser el relato de un ciudadano cero que aspiraba a conquistar a la reina del baile; y que ante el desdén recibido y el transcurso de los años se encuentra con las tornas cambiadas. Ese drástico cambio le concede una pequeña autoridad moral para juzgar el devenir de la portadora de sangre azul, así como lanzar un reproche vacío fantaseando con que su vida de mano del plebeyo hubiera sido mucho más plena.
Tú que sembraste en todas
Las islas de la moda las flores de tu gracia
Cómo no ibas a verte
Envuelta en una muerte con asalto a farmacia


A pesar de que todos reconocemos esta canción como un clásico de Joaquín, hay que recordar que el debut de la misma se produjo en el famoso Festival de Benidorm en 1982. El intérprete fue Juan Antonio Muriel y la letra de la canción era ligeramente diferente. "No hay más leña que la que arde Princesa" era el epitafio de esta historia de imposibles. Desde el principio la canción tuvo una gran acogida entre el público, me aventuraría a decir que se trata de las primeras historias urbanas de Sabina que la gente puede adaptar (libremente) a sus vidas.
Con qué ley condenarte
Si somos juez y parte todos de tus andanzas
Sigue con tus movidas, reina,
Pero no pidas que me pase la vida pagándote
Fianzas


El ocaso de la canción vuelve a participar de este particular juego del palo y la zanahoria. Se vuelven a poner de relieve sus derechos dinásticos al trono, al tiempo que se muestra el sendero que la lleva camino al exilio; para finalmente ofrecer una pequeña redención de la pena. Una última oportunidad por los viejos tiempos, acompañada de una advertencia que seguramente llegue tarde.
Ahora es demasiado tarde princesa
Búscate otro perro que te ladre princesa

10 junio 2017

Después de un concierto

Yo me subí en Atocha y me bajé en Linares-Baeza, en una especie de peregrinación Sabinera, para asistir al concierto de Joaquín en Úbeda. Creo que a estas alturas ya podemos afirmar sin miedo a errar, que un ateo confeso ha conseguido crear una religión en torno a su figura. Los conciertos son la expresión máxima de ese credo, una llamada a la que acuden gentes de cien mil raleas; saciando la necesidad de acudir a esa itinerante tierra santa, coronada por el escenario que pisa un viejo amigo de Satán.

Se atiende con expectación a la lectura cantada de las sabinianas escrituras, las cuáles más de uno es capaz de recitar de cabo a rabo, pero que cantadas al oído (aunque sean 8.000 pares de oídos como ayer) te resultan nuevas otra vez. Como si de una homilía se tratase, la parroquia del bombín toma buena nota de los comentarios que Sabina intercala entre canción y canción.

Estamos acostumbrados a escuchar que las canciones de Sabina han marcado las vidas de muchas generaciones, que han sido la banda sonora de muchos momentos importantes. A ésto yo añadiría algo más, los conciertos también tienen ese poder. Uno también puede repasar los conciertos de Sabina a los que ha asistido, y generar una postal que recoja muchos elementos. Por un lado el lugar dónde fue (los más afortunados podrán decir que fue un pueblo mar) y con quién se asistió. Por el otro, en qué etapa de tu vida te encontrabas (tan joven o tan viejo).

En un concierto tan multitudinario como el de ayer, es fácil encontrar a diferentes perfiles entre los asistentes. Está el veterano que sabe que al primer acorde de Princesa hay que ponerse en pie, y que en el estribillo modifica princesa por un nombre propio. Está la pareja que decidió abrir su baile nupcial al compás de Y nos dieron las diez, porque si su Madrid molaba más que el Aranjuez de Rodrigo, su ranchera al piano del amanecer también mola más que el vals de Strauss. Están las familias, con varias décadas mediante, satisfechas de haber transmitido una afición y gozosas de compartirla. Está a quien, Y sin embargo, le sigue removiendo los recuerdos más íntimos. Y también está el que le espeta "Qué Ruido más bonito haces, ¡canalla!". 


Anoche hasta la Luna se mostró completamente llena, sabedora de que Sabina solía recostar su cabeza en ella para hablarle de alguna amante inoportuna llamada Soledad. Aunque yo creo que en esta ocasión estaba ahí como cómplice necesaria cuando proclamaba "Superviviente, si, ¡Maldita sea!". De hecho, por cada 19 soles que le han acompañado ha habido 500 lunas.

Cuando termina el concierto y cada uno se dirige lentamente hacia la salida, dos pensamientos rondan la cabeza; la duda de si habrá sido el último y la certeza de que ha sido el mejor. Aunque se enorgullezca de ser un suspenso en religión, Sabina ya tiene sus ritos, sus viejos testamentos en vinilo (ahora negados por los nuevos), su Padrenuestro y su Ave María (de Magdala). No necesita decirlo explícitamente, pero consigue que todos sus fieles, tras comulgar con las pastillas para no soñar, podamos ir en paz.


07 mayo 2017

Por delicadeza

Cuando hablamos de la "historia de una canción" solemos ceñirnos a la historia que nos cuenta su letra, y a partir de ahí empezamos a divagar si está basada en hechos reales o si parte completamente de la imaginación del autor. En el caso de Sabina hay dos focos de atención principales, uno es la autenticidad de los hechos y otro es a quién va dedicada. Un buen ejemplo del primer caso es Pacto entre caballeros, sobre la que se ha debatido hasta la saciedad sobre la secuencia de acontecimientos de esa noche. Respecto al segundo, no somos pocos los que hemos buscado el nombre y los apellidos de su "Princesa" de la boca de fresa. Sin embargo, hay otra historia a la que en numerosas ocasiones somos totalmente ajenos. El proceso de creación, cómo surgió la letra y la música; la puesta en escena de las musas para ser más precisos.


"Me acusas de jugar siempre al empate
Me acusas de no presentar batalla
Me acusas de empezar cada combate
tirando la toalla"


Leiva tuvo el detallazo de compartir el nacimiento de el tema que cierra el disco "Por delicadeza", la cuál entró  (según sus palabras) en el descuento. Recomiendo la lectura de los eventos de aquella noche. Esto explica también el motivo de que este tema sea el epílogo del disco. Detalles como éste, el orden de las canciones, muchas veces nos pasan desapercibidos; ahora mucho más teniendo en cuenta que la reproducción aleatoria es la preferida. Con los formatos físicos no era así y, por ejemplo, cuando termina de sonar "Y nos dieron las diez" mi cabeza ya empieza a reproducir mentalmente los primeros acordes de "Conductores suicidas".

"Me acusas de tomarte de rehén
Te acuso de quererme a sangre fría

Me acusas de afinar la puntería

Hiriéndome en la sien"


Hay una conocida teoría sobre las parejas, la del conformista y el afortunado. Es bastante sencillo identificar a los dos perfiles, en algunos casos hasta clamoroso. Por un lado, al que se le presupone mayor potencial para alcanzar algo mejor, y por el otro el que pone la pica en Flandes (y la que inconscientemente teme perder a cada instante, asumiendo que la suerte es efímera). De ahí que Sabina hable de jugar siempre al empate, o del temor a presentar batalla; quizá creyendo que no está en posición de exigir nada, no vaya a ser que el conformista cambie de opinión.


"Me acusas de no dar nunca la cara
Me acusas de escupir mirando al cielo

Me acusas de que mi arma no dispara

más que balas de hielo"


Ese desnivel entre las dos figuras se puede comprobar con un sencillo ejercicio. Si comparamos la cantidad de "me acusas" con los "te acuso" en la letra, nos encontramos con un resultado digno de un España-Malta, 12 a 1. Dentro de esas acusaciones hay una muy curiosa, la de "quererte y no buscarte"; que es un golpe directo al miedo al rechazo que suele acompañar al afortunado, y que una vez solventado va mutando en miedo a la ruptura.


"Me acusas de abrazarte al por menor
De barajar las cartas boca abajo

Me acusas de encontrar siempre un atajo

para tratarnos peor"


Otro reproche muy gráfico es el de querer al por menor y el de barajar las cartas boca abajo. A pesar de asumir cierto conformismo, eso no exime de exigir a la otra parte una dedicación mucho mayor; una forma de recordar que se encuentra en deuda permanente. Paradójicamente también es imputable la falta de picardía, o si me apuras la necesidad de tener discusiones de vez en cuando (como si estas fueran el estiércol necesario para abonar la relación).

"Porque a veces no basta un porque sí
Prefiero seguir dudando

Entre el depende y el cuándo

Entre lo duro y lo blando

Ni tan puro ni tan ruin"


En el estribillo se adivina un pequeño hartazgo de una de las dos partes, a la que ya no le basta un porque sí. Una despedida elegante pero definitiva, la necesidad de encontrar una dupla en la que la distancia entre el conformista y el afortunado no sea tan evidente. Un punto de equilibrio a fin de cuentas, sobre el cuál poder apoyarse y mover un complejo mundo que diría Arquímedes.


"Me acusas de quererte y no buscarte
Me acusas de incendiarte la cabeza

Ayer te quise por amor al arte

Hoy por delicadeza"


Tenemos que esperar al final de la canción para encontrarnos el título de la misma, el cual queda encerrado entre los versos más brillantes de toda la letra. "Ayer te quise por amor al arte, hoy por delicadeza". Es el resumen perfecto de la canción, de ese viaje que empieza queriendo a alguien incondicionalmente y termina por guardarle cariño. Simplemente cariño, o al menos cariño, cada cual que decida si conformarse o resignarse.

10 abril 2017

Leningrado

Las ciudades son unas de las claras protagonistas en las letras de Sabina, actuando como andamiaje perfecto para las historias de (des)amor que acostumbra a relatarnos. Madrid y Buenos Aires han sido las grandes afortunadas del cancionero de Joaquín, ya fuera bajándose en la estación de Atocha o subiéndose a un colectivo destino cancha de Boca. No hace mucho tiempo se fue a Praga a romper una canción, y es probable que siga guardando en su despacho un adoquín del muro de Berlín. Ahora cruza precisamente ese muro y nos sitúa en la vieja Leningrado, para contarnos una historia propia del "rojo de salón" que niega ser.

"Me doctoré en tus labios de ocasión
en una sórdida pensión de Leningrado
sin pasaporte y fuera de la ley
pero borracho como un rey desheredado

Cincuenta rublos era un potosí
y tu desnuda un maniquí de grana y oro
nos dieron llaves de la suite nupcial
que era un cuartucho de hospital… sin inodoro

No era fácil en la Unión Soviética
ir por condones a recepción
a años luz de la rutina
anidó una golondrina en mi balcón"

Un viaje de novios en la fría Leningrado, pasando la noche de bodas en una pensión de mala muerte y un presupuesto exiguo. No parece a priori el escenario ideal para una historia de amor. Tampoco hay que pasar por el alto el guiño al hermetismo que había en la URSS respecto a la sexualidad. Sin embargo, esta pareja se encuentra en esos días dónde todo es fabuloso, y tienen unas ganas voraces de comerse el mundo a cuatro manos. Entre tanta penumbra, hay un rayo de luz que lo ilumina todo, ese desnudo como un maniquí de grana y oro. Y no hace falta nada más, las golondrinas anidan en el balcón.

"No dormir era más dulce que soñar
y envejecer con dignidad
una blasfemia
Tú con boina, yo con barba, viva el Che,
recién conversos a la fe del hombre nuevo"

Tendemos a valorar si una pareja se complementa, "si pegan juntos" y con eso nos atrevemos a aventurar su éxito o a indicar su fecha de consumo preferente. Aquí el complemento gira en torno al Ché, ella con la boina calada, él con la barba. Guapos los dos, revolucionarios los dos, dispuestos a cambiar el mundo antes de comérselo. No se plantean envejecer con dignidad, de hecho piensan que la vejez no les alcanzará a ellos. Hacen muy buena pareja, y la revolución está llena de ideas tan bellas como ellos. ¿Qué puede salir mal?

"No había caído el Muro de Berlín
ni reventado el polvorín de Sarajevo
porque la revolución tenía un Talón de Aquiles al portador
Y flotando entre las ruinas
enviudó una golondrina en mi balcón"
De repente un día empiezan a caerse solos esos muros que un día se construyeron en compañía. Ya no observamos como la revolución va de la mano con la pareja ideal, ahora fijamos la vista mucho más abajo; concretamente en esos talones de Aquiles, que ya no son capaces de soportar ningún peso, por liviano que sea. Es curioso comprobar como hay una elipsis brutal en la historia. Pasamos de pasear alegres por el malecón, a ponernos a cubierto tras el reventón del polvorín, cada uno en su trinchera.
"Ayer salías, morena, de un café
ya casi medio siglo que no te veía

eras rubia, si no recuerdo mal

Dije, y mintiendo, estás más guapa todavía


Me aceptaste una cerveza sin alcohol
Se nos había muerto el sol en los tejados
Funerales, y con nada que decir
Vi en tus pupilas un añil mal dibujado"
Entramos de lleno en el territorio de los contrastes, la rubia se torna en morena, y el vodka con limón es sustituido por una triste cerveza sin alcohol. Ya no hay nada que contarse, o para ser más exactos, no hay ganas de contarse nada. Ese maniquí de grana y oro, al que hacía referencia en los albores de la canción, se ha tornado en un añil mal dibujado. Referencias taurinas que nos transportan rápidamente a los célebres versos de Así estoy yo sin ti "Más triste que un torero, al otro lado del telón de acero". Así llegamos al final de este viaje fugaz, en el que la decadencia de las repúblicas soviéticas van de la mano con el apagón de la chispa del amor. Y ya nada es suficiente, las golondrinas enviudan en el balcón.

"No sé por qué sigo escribiendo esta canción
pero me sangra el corazón
cuando lo hurgo
Supe que te casaste con un juez
Y Leningrado es otra vez San Petesburgo"

Justo al final de la canción llega un punto en el que se detiene, y busca una explicación para seguir hurgándose en la herida. Tan cierta es la ausencia de una explicación lógica, como lo inevitable que es hurgarse en las heridas del corazón. Cuando has estado en Leningrado, no te importa que el corazón siga pagando peajes para regresar allí. A pesar de que la cabeza te recuerde que vuestra revolución falló, que ahora aquel lugar es San Petesburgo, y que ya no os pertenece.