29 diciembre 2017

Pongamos que hablo de Madrid

Han pasado más de tres décadas desde que Sabina introdujera una de sus grandes obras describiendo a Madrid como una ciudad "invivible pero insustituible". Muchos años en los que ha presenciado, atónito, como su crítica canción con la capital de España se convertía en el himno oficioso de la misma. Como homenaje a la canción he recogido seis de las múltiples versiones que hay de ella, y las he juntado todas para crear un "mashup".

17 diciembre 2017

Corazón de Neón

Cemento, hormigón y polución, tres conceptos que cuando van juntos nos están avisando de que llegamos a la gran ciudad. Una canción escrita a finales de los 80 y que el paso de los años le ha ido dando la razón en cada una de las ideas allí expuestas. De hecho el arranque es tan demoledor como inapelable, las grandes ciudades han crecido de espaldas al cielo. No han tenido reparos en escupirle vómitos de humo y todos sabemos lo que, tarde o temprano ocurre cuando le escupes al cielo. Si en Pobre Cristina hay gente tan pobre que no tiene más que dinero, en Corazón de Neón hay ciudades con tantísima gente que lo que conforman es un mapa superpoblado de soledades. Pasa lo mismo que cuando llegas a un sitio donde hay tantas personas que los das a todos por saludados.

“La ciudad donde vivo ha crecido
de espaldas al cielo,
la ciudad donde vivo es el mapa
de la soledad.”

Una estampa que se suele repetir es la llegada a la gran urbe desde un pueblo de provincias, con la maleta cargada de sueños (afortunadamente los sueños no le quitan espacio en la maleta a los tuppers) y el dinero cosido a los bolsillos por tu madre. Esa vez te apeas cuidadosamente para no introducir el pie entre el andén y el vagón, lees la cartelería de la estación y te esperas cuando el semáforo empieza a parpadear. Pero poco después alguien te da a probar ese caramelo relleno de ansiedad, y te conviertes en otro elemento más de la urbe que siempre va con demasiada prisa para perder el tiempo.

“Al que llega le da un caramelo
con el veneno de la ansiedad,
la ciudad donde vivo es mi cárcel
y mi libertad.”

Mi cárcel y mi libertad, una contradicción y una tautología al mismo tiempo. La ciudad te ofrece una infinidad de oportunidades y posibilidades, pero bajo la pequeña condición de no poder abandonarla. No resulta extraño encontrar a muchas personas quejarse amargamente de la ciudad en la que viven, para afirmar al mismo tiempo que no serían capaces de vivir en otro lugar. No es casual que en la letra se haga mención a Estocolmo, porque muchos sufren su síndrome y acaban necesitando a ese ogro con dientes de oro.

“La ciudad donde vivo
es un ogro, con dientes de oro,
una amante de lujo que siempre
quise seducir.”

Si se desea tener un muestreo rápido de la diáspora de personajes que deambulan por sus calles, el transporte público es la mejor opción; por allí se mueven rutinariamente Dios y el Diablo, y hay horas bisagras que unen al funcionario y al travesti en la misma dirección pero distinto sentido. También hay hueco para figuras tan duras como la de un niño limpiando un fusil, que nos viene a recordar que estamos en una jungla dónde el más fuerte suele tener la ley de su parte; o un pájaro herido envuelto en papel celofán, mostrándonos la asepsia que se instala ante las adversidades ajenas.   

“La ciudad donde junta a Dios y al Diablo,
al funcionario y al travesti,
la ciudad donde vivo es un niño,
limpiando un fusil.
La ciudad donde vivo es un monstruo
con 7 cabezas, es un pájaro herido
envuelto, en papel celofán.”

Aunque hasta este punto la letra parezca un alegato en contra de las grandes villas, en la parte final le concede un hueco al bien dentro de este templo del mal construido hasta el momento. Este barril de cerveza que sigue dando de beber a todo el que se acerca a él, y que sigue creciendo a pasos agigantados ante la afluencia de sedientos. Sedientos y algo conscientes de que en algún momento puede llegar a estallar.

“Corazón, corazón, corazón, corazón de cemento
corazón, corazón, corazón, corazón, de hormigón
corazón, corazón enfermo de polución,
corazón, corazón, corazón, corazón de Neón.”


El neón ha sido una figura muy recurrente en muchas de las letras de Sabina. En sus comienzos nos enseñó la receta del Zumo de Neón, luego le abrió el Corazón de Neón a la Orquesta Mondragón primero y a Los Rodríguez después. Finalmente, cuando empezó a recordarnos que se hacía tan viejo como tan joven, nos confesó que confundió con estrellas las luces de neón.