Ayer nos dejó María Dolores Pradera, una de las mayores exponentes de la canción popular en español. Tanto que incluso algunos se han referido a ella como "La flor de la Canela"; un valsecito peruano de Chabuca Granda que se considera como el himno oficioso del país andino. Una canción que cantó junto a Joaquín Sabina y que dió como resultado un bonito contraste entre la voz de seda de María Dolores y la voz aguardentosa de Joaquín. Probablemente más de una vez Sabina haya cambiado los versos de "déjame que te cuente Limeña, por déjame que te cuente Jimena".
Los dos unidos por su amor eterno a la música latinoamericana, y consiguiendo que gente de generaciones muy posteriores, se haya empapado de grandes canciones de José Alfredo Jiménez, Chavela Vargas o Violeta Parra. La discografía de María Dolores Pradera es la mejor cumbre hispano-americana que se puede hacer. No encontrarán mejores discursos que en esas letras, y nadie transmitirá un mensaje mejor que la voz de María Dolores.
Además de la canción de Chabuca, Sabina y Pradera nos volvieron a regalar un dueto con otro vals, "Jugar por jugar"; el vals de los recuerdos, el que se debe bailar llorando de alegría. En esa canción se alentaba a dar serenatas en los cementerios muriéndose de risa. Me quedo con esos dos conceptos para despedir a la "Gran Dama" que era capaz de bailar sobre el escenario mejor que nadie con el simple movimiento de sus manos.
Es bastante frecuente que nos refiramos a Sabina como "maestro", pero no todos los que lo hacemos podemos considerarnos alumnos suyos, al menos no presenciales. Los que si tienen el privilegio y el talento de ser alumnos presenciales acaban sacando un gran rédito a las clases magistrales de Joaquín. Tal es el caso de Jorge Drexler, al que una sola clase particular con Sabina en varios bares de Montevideo, tras telonearle en un concierto, le hizo más mella que una licenciatura en Medicina.
La valía de un maestro no se ciñe exclusivamente a sus dotes para transmitir conocimiento, sino también a su capacidad para detectar precoz talento a su alrededor. Una vez detectado, el siguiente paso es ser capaz de colocar a su mirlo blanco en el camino correcto donde poder explotar sus cualidades. Así ocurrió con Jorge esa noche en Montevideo, donde le conminó a cambiar el auscultador por la guitarra definitivamente. Esto ocurrió a mediados de los 90, probablemente la década más prolífica en la carrera de Sabina, en la que también apadrinó a un tal Andrés Calamaro y sus Rodríguez.
Todo buen maestro que se precie, antes que fraile ha sido cocinero, y esto ayuda a explicar el origen de la Milonga del Moro Judío que enlaza a Drexler con Sabina. Joaquín actuó como intermediario al proporcionarle el estribillo de la misma, unos versos de Chicho Sánchez Ferlosio, quien a su vez fuera uno de los referentes del flaco. Sabina le dictó los versos a Jorge una noche en Madrid, y le desafió a escribir las estrofas de la canción en "décimas". Aquí lo tenemos, el maestro mandando deberes al alumno aventajado.
Si desconocéis lo que es una "décima", no os preocupéis, Jorge tampoco lo sabía en aquel momento. Recientemente en una charla TED, Drexler contó esta anécdota y explicó lo que son las décimas, así como el trasfondo de esta canción y el por qué de la insistencia por parte de Joaquín en que escribiera la canción. El maestro Sabina consiguió que el Doctor Drexler pasara de pasar consulta en un hospital a hacerlo sobre un escenario. De esta manera su lista de pacientes creció de manera exponencial, y de igual manera sus recetas se hicieron más efectivas; ya que muchas veces con una guitarra se es capaz de detectar con más precisión los movimientos del corazón que con un auscultador.
Hace quince años que el Atlético de Madrid celebraba su centenario y que Sabina escribía el himno del mismo. En aquel entonces llamó mucho la atención que dentro de la letra de un himno a un club de fútbol apareciera el verso ¡Qué manera de palmar!. En aquellos años todavía estaban muy recientes las heridas provocadas por las cenizas de un bienio en el infierno. Mucho ha cambiado la historia desde entonces, hoy acaba de levantar su tercera Europa League a las que hay que sumar una Liga y una Copa del Rey.
También dejó hueco para estos momentos de celebración en el himno, contrarrestando el verso anterior con un ¡Qué manera de vencer!. Al igual que la leyenda del pupas tampoco ha dejado de alimentarse en los últimos tiempos. Dos finales de Champions contra el Real Madrid, en la que se infartaron tanto los corazones de la ribera del Manzanares como los de Chamartín; y que hicieron bueno un tercer verso ¡Qué manera de sufrir! al perderlas de manera muy dolorosa.
Hoy vuelve a ser día de fiesta en el Metropolitano, donde lloraba el abuelo de Sabina, y donde curiosamente puede que un día acaben llorando sus nietos. Dentro de la convocatoria histórica de jugadores rojiblancos que Sabina hacía en el himno, se encuentra alguien que ha sido pieza clave en que la manera de vencer haya superado a la manera de palmar, el Cholo Simeone. Otro verso del himno también podría valer como crónica de este título, ese ¡qué manera de subir y bajar de las nubes! casa perfectamente con el hecho de que esta temporada el Atleti llegó a la Europa League tras una dura eliminación en la fase de grupos de la Champions League. Aquella eliminación cuando se acercaba el frío invierno, ha sido compensada con este título en la plenitud de la primavera.
Curiosamente este himno cuenta con tres versiones diferentes. La oficial, que me sirvió para ilustrar la primera Europa League, la rockera que ilustró la segunda copa, y por último la versión chirigota que me ayuda a cerrar esta trilogía sabinocolchonera.
El perdedor es su universo, así retrataba (entre otros muchos trazos) Aute a Sabina en su directo con Viceversa. Bien pudo tratarse de un bautizo, porque Joaquín hizo bandera de ello en muchas de sus posteriores canciones. Pero esa bandera no la iza en solitario, también la acompaña con la del amor (mayoritariamente con la preposición des). Dos elementos suficientes para resolver la ecuación que presenta la canción "Como un explorador".
"Después de tanto tiempo al fin te has ido
Y, en vez de lamentarme, he decidido
Tomármelo con calma
De par en par he abierto los balcones
He sacudido el polvo a todos los rincones
De mi alma"
Un explorador que se ve forzado a salir de nuevo a la jungla, al bar y a los horarios que ya creía amortizados tras un periodo de felicidad doméstica. Un bolero que suena de fondo en la habitación, en donde deja secando una almohada regada por lágrimas propias, mientras se coloca con aseo el sombrero y sale a la calle en búsqueda de miradas ajenas.
"Me he dicho que la vida no es un valle
De lágrimas y he salido a la calle
Como un explorador
He vuelto a tropezar con el pasado
Y he decidido, en el bar de mis pecados
Otra copa de ron"
Estamos ante una canción que cuenta con uno de los elementos Sabineros por excelencia, la sucesión de metáforas para expresar con pasmosa facilidad sentimientos bastante abstractos. Atracar tu velero en otros puertos o colgar tu sombrero en otros percheros son la versión muy mejorada del clavo que saca a otro clavo. Pero es un clavo que no termina de salir, está casi a ras de suelo torácico. Una herida que todavía sangra a poco que haya momentos inoportunos que hurguen en ella.
"Y en otros ojos me olvidé de tu mirada
Y en otros labios despisté a la madrugada
Y en otro pelo
Me curé del desconsuelo
Que empapaba mi almohada"
Con una discografía tan extensa podemos establecer analogías con el séptimo arte, y encontrar canciones que son precuelas, secuelas, pertenecen a trilogías... etc. Ésta podría ser una precuela del "Posdata" de su último disco. La secuencia empieza con este bolero con bastante nostalgia, y continúa con un amago de ranchera cargado de despecho. El final de la trilogía podría ser "Nos sobran los motivos" aunque no sigan un orden cronológico si lo hacen en nivel de reproche. La primera no quiere romper ningún plato, la segunda ya enseña las uñas, y en la última la vajilla entera vuela por la casa.
"Con el cartel de libre en la solapa
He vuelto a ser un guapo entre las guapas
Chulapas de madrid
Sólo me pongo triste cuando alguno
En el momento más inoportuno
Me pregunta por ti"
Pero no nos limitemos a buscar en los discos de Joaquín, hagámoslo también en sus libros para llegar al epílogo de esta canción. Situándonos en el Sabina sonetista, este explorador que arrancaba perdiendo se encuentra un as en la manga, "puede celebrar la impúdica belleza de estar triste" y acabar descubriendo que a veces se gana perdiendo a una mujer.
Cuando Juanito Valderrama compuso su obra más popular, "El emigrante", Joaquín Sabina estaba cumpliendo diez años. Precisamente los diez años que se convertirían en un valor constante que sumar a sus cuarenta, a sus cincuenta y próximamente a sus sesenta. Fue en sus veinte, cuando personificó la figura del emigrante y se marchó de su España querida, probablemente tomando uno de esos sucios trenes que iban hacia el norte.
"En tus ojos habitan olivares
De tierra cenicienta es tu garganta
Morada habitual de las verdades
Que sólo son verdad si tu las cantas"
Esta historia del siglo XX que une a dos generaciones tiene su broche de oro a comienzos del XXI, cuando Juan Valderrama, hijo de Juanito (curiosamente el diminutivo se aplica en sentido inverso en esta familia), le dedicó una hermosa canción a Sabina. Conviene detenerse en el título "Ahora te toca a tí", se dirige directamente a Joaquín, maestro en dibujar personajes en sus canciones, y le dice que en esta ocasión el modelo es él.
"Cigarra de la acera incomprendida
Juglar de la derrota incorregible
Guitarra callejera de la esquina
Cara de sacristán, verso terrible"
El retrato va desde sus rasgos más perceptibles, como la tierra cenicienta que rompe su voz, hasta los más intrínsecos a su obra, cuando lo coloca entre Quevedo y Bob Dylan. A la comparación con el músico del medio oeste estamos más acostumbrados que a la del poeta español, pero justamente ahí está el secreto del éxito de Sabina, haberse movido como nadie entre la poesía más pura y el arte más urbano.
"Quevedo con maneras de Bob Dylan
Amigo inseparable de la luna
De acordes y de versos es tu fortuna
Casta y figura digan lo que digan"
Valderrama también lo describe como gitano regalador de talento, no hay que olvidar que sobre la rumba ha cimentado varios de sus clásicos como 19 días y 500 noches o Ruido. Aunque afirme que la Cibeles pueda tener celos del Sabina colchonero que le puso letra a su centenario Atleti; no creo que la Diosa pueda quejarse demasiado a poco que le pregunte a uno de sus leones sobre el interno 16.
"Gitano que regala su talento
A causas que requieren poesía
Veleta que obedece a un solo viento
Sereno de Calle Melancolía"
Como si del pirata cojo se tratase, Juan le va colando en el traje de muchas vidas. No se reduce a Quevedo, también lo pone en la piel de un Quijote en perpetua busca de su Dulcinea, y es que para llegar a Madrid desde los olivares de Úbeda hay que cruzar la llanura manchega. Pero quizá en el que se sienta más cómodo sea en el de sereno de Calle Melancolía, que no se limita a silbar su melodía sino que firma la banda sonora de todos los viandantes que asoman por las bocas de metro de Madrid.