Ayer nos dejó María Dolores Pradera, una de las mayores exponentes de la canción popular en español. Tanto que incluso algunos se han referido a ella como "La flor de la Canela"; un valsecito peruano de Chabuca Granda que se considera como el himno oficioso del país andino. Una canción que cantó junto a Joaquín Sabina y que dió como resultado un bonito contraste entre la voz de seda de María Dolores y la voz aguardentosa de Joaquín. Probablemente más de una vez Sabina haya cambiado los versos de "déjame que te cuente Limeña, por déjame que te cuente Jimena".
Los dos unidos por su amor eterno a la música latinoamericana, y consiguiendo que gente de generaciones muy posteriores, se haya empapado de grandes canciones de José Alfredo Jiménez, Chavela Vargas o Violeta Parra. La discografía de María Dolores Pradera es la mejor cumbre hispano-americana que se puede hacer. No encontrarán mejores discursos que en esas letras, y nadie transmitirá un mensaje mejor que la voz de María Dolores.
Además de la canción de Chabuca, Sabina y Pradera nos volvieron a regalar un dueto con otro vals, "Jugar por jugar"; el vals de los recuerdos, el que se debe bailar llorando de alegría. En esa canción se alentaba a dar serenatas en los cementerios muriéndose de risa. Me quedo con esos dos conceptos para despedir a la "Gran Dama" que era capaz de bailar sobre el escenario mejor que nadie con el simple movimiento de sus manos.
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