27 noviembre 2018

Conviene saber

Entre los muchos apodos que se le dan a Sabina, está el de maestro, y cada año que pasa corrobora que era un apodo acertado. Si echamos un vistazo a la lista de sus alumnos aventajados, hace ya varios años que sobresale Marwan. Al igual que Sabina, se ha ido dejando la vida por los rincones de Madrid, y la ha conocido lo suficiente para escribirle una canción que podría incluirse en el manual de bienvenida a la capital.

"Conviene saber que no hay mayor dolor, 
para una piel que despedirse de otra piel. 
Conviene saber que lo único que debes aprender
es que venimos a aprender". 

En su último disco, "Mis paisajes interiores",  sobresale una canción en la que hay una mención explícita a Joaquín. "Conviene saber",  sirve tanto de título como de leit motiv para la canción; y es que se trata de una lección maestra en 4 minutos, de todas esas cosas que suelen escaparse en todas las leyes de educación.  Muchos se jactan de haber acudido a la Universidad de la Vida, si de verdad existiera yo incluiría una asignatura por cada uno de los versos de esta canción. 

"Conviene saber que tu próxima vida
no está asegurada,
apaga la pantalla ahora mismo y 
saca a tu novia a bailar."

Si echásemos un vistazo al temario podríamos coincidir rápidamente en que se tratan de contenidos bastante sencillos. El problema viene con las prácticas, ahí la teoría se nos suele olvidar con demasiada frecuencia. En el primer día de clase Marwan ya nos pone sobreaviso de que aquí se viene a aprender, y la primera lección es que la mayor pérdida es aquella que comparte su sentido del tacto contigo. Ésta conecta con la siguiente, que te insta a usar tu sentido de la vista, cruzarse las miradas y comprobar que hay formas mucho mejores de pasar el tiempo. 

"Conviene saber que la pasión cuando
se amansa aburre un poco,
mejor saberlo antes de embarcar.
Conviene saber que todos mis 
demonios duermen si te toco
y esa es la distancia más corta a la felicidad". 

Seguidamente se introduce por terrenos pantanosos, por los que inevitablemente hay que pasar, pero para los que ofrece una ruta que ayude a atravesarlos con éxito. También hay cabida para un par de reprimendas preventivas, que nos ayudan a cuidar de nuestro hogar (y ese hogar va desde el aire que respiramos, la tierra que pisamos, la mujer que besamos y los locos bajitos a los que algún día tendremos que educar). 

"Conviene saber que en este mundo
hay demasiados gilipollas,
amigos que es mejor no conservar.
Conviene saber que hay gente que
ama solo el éxito y las joyas
y señores que al ver un buen culo no pueden pensar". 

En todo aprendizaje es muy importante separar el grano de la paja, y esa asignatura a veces se convierte en un hueso. Esta clase magistral se centra en señalar rápidamente a los gilipollas e interesados que se nos cruzan como si fueran setas del Mario Bros, conviene saber cómo esquivarlos. Esto nos va encaminando a la parte más complicada de esta particular carrera universitaria, el trabajo final, que en este caso consiste en saber que todos tenemos cicatrices. El sobresaliente se consigue cuando además de ser conscientes de ellas, sabemos cómo curarlas, al igual que hace un disco de Sabina. 

"Conviene saber que no hay adulto
sin su colección de espinas,
todos tenemos cosas que olvidar. 
Conviene saber que nada escuece 
más que un disco de Sabina,
y a la vez sólo esas canciones te pueden curar". 

Si se busca el Cum Laude, hay que demostrar con hechos que el partido más importante de todos puede tener dos campeones y ningún derrotado. Pero para ello hay que saber empatar. 

"Conviene saber, y no lo olvides, no
hay mujer que tenga dueño,
es una flor, no es una propiedad. 
Conviene saber que aunque jamás
nos lo dijeran de pequeños
el amor es el único juego en el que
hay que empatar". 

05 noviembre 2018

Y nos dieron las diez



¿Cómo se escribe una canción para la posteridad? Creo que nadie tiene respuesta a esa pregunta, porque incluso los propios autores no son conscientes de ello en el periodo gestación de la misma. Suele ser una mezcla de inspiración y casualidad, de calidad y coincidencias y de esa otra cosa que nadie sabe muy bien pero es imprescindible para alcanzar el éxito. A principios de la década de los 90, para mí la más brillante en su carrera, Joaquín nos llevó a un pueblo con mar en una noche después de un concierto. Desde entonces, nos han dado sucesivamente las 10, las 11, las 12, la 1, las 2 y las 3.   


"Fue en un pueblo con mar una noche después de un concierto

Tú reinabas detrás de la barra del único bar que vimos abierto,
Cántame una canción al oído y te pongo un cubata
Con una condición, que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata."

En esta ocasión sí que conocemos bastantes detalles de como nació esta canción, ya que derivó en un parto doble. Por aquella época Joaquín Sabina y Enrique Urquijo mantenían una estrecha amistad, y una de esas noches madrileñas coincidieron en el ya desaparecido bar Bwana. Cuando Enrique entró allí se encontraba Sabina tomando copas. Le comentó que andaba un poco falto de ideas para su nuevo disco y Sabina le echó una mano. Sacó una libreta que siempre llevaba consigo (para evitar que el alcohol se llevara consigo las ideas que le surgían en sus prolíficas noches) y le enseñó los primeros versos de la que a la postre acabaría siendo "Y nos dieron las diez". Enrique tomo nota de ellos, y sin ningún tipo de acuerdo ni desacuerdo, ambos acabaron escribiendo dos canciones tan hermanas como opuestas. 


"Loco por conocer los secretos de tu dormitorio

Esa noche canté al piano del amanecer todo mi repertorio
Los clientes del bar, uno a uno, se fueron marchando
Tú saliste a cerrar, yo me dije, cuidado chaval te estás enamorando"

Respecto a las coincidencias, por aquellos años Sabina comenzaba a abrirse paso en el mercado latino americano, y a ésta canción el traje que mejor le quedaba era el de un mariachi mexicano. Volviendo a los favores entre amigos, en esta ocasión fue a Sabina al que le tendieron la mano. No una mano cualquiera, la mano de Rocío Dúrcal, de "Marieta". De todas las versiones que se han realizado de esta canción, la más potente, la que más verdad transmite, es la de Rocío y Joaquín escoltados por una banda de mariachis. 


"Luego todo pasó de repente, tu dedo en mi espalda

Dibujó un corazón y mi mano le correspondió debajo de tu falda.

Caminito al hostal nos besamos en cada farola
Era un pueblo con mar, yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola."


Otro detalle curioso de esta canción es que ha pasado a formar parte de la cultura popular, y eso hace que incluso se pueda olvidar al autor de la misma. Contaba Sabina que una de las cosas que más le gustaban al ir a México, era que una banda de mariachis se le acercara en alguna cantina, cantase la canción y no supieran quién era el autor de la misma. Justamente eso era lo que Sabina comentaba de José Alfredo Jiménez, que todo el mundo conocía muchas de sus canciones y pocos sabían que eran de él. Sabina ha sido siempre un gran admirador de José Alfredo, así que imagino que compartir esa anécdota con su canción más ranchera le habrá hecho muy feliz. 


"Nos dijimos adiós, ojalá que volvamos a vernos,

El verano acabó, el otoño duró lo que tarda envolver el invierno.
Y a tu pueblo el azar, otra vez, el verano siguiente
Me llevó y al final del concierto me puse a buscar tu cara entre la gente
Y no hallé quien de ti me dijera ni media palabra
Parecía como si me quisiera el destino gastar una broma macabra."


Respecto a la historia de la canción, que es el otro pilar fundamental sobre el que se sustenta un tema que se convierte en himno, Sabina vuelve a dar en el clavo. Es una historia que resulta muy creíble en su boca, puesto que arranca en la barra de un bar después de un concierto. Utiliza su repertorio como arma de seducción, y en un par de versos consigue seducir a la camarera de ese último bar; que adquiere forma de oasis en mitad de un desierto. Si añadimos el detalle de que todo ocurrió en verano, ya tenemos ante nosotros esa onírica historia de amor de verano, en la que la inherente fugacidad hace que el recuerdo se mantenga impecable. A todos nos gustaría colarnos en el traje y la piel de este Sabina. 


"No había nadie detrás de la barra del otro verano

Y en lugar de tu bar, me encontré una sucursal del banco hispanoamericano,
Tu memoria vengué, a pedradas contra los cristales,
Sé que no lo soñé, protestaba mientras me esposaban los municipales
En mi declaración alegué que llevaba tres copas
Y empecé esta canción en le cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa."

Si la canción terminase en la primera parte, tendríamos el guión perfecto para una película romántica. Pero cuando el guión lo firma Sabina, siempre hay que estar atento a la cara B. Regresamos al mismo lugar, en la misma fecha y ¿con la misma gente?... Ahí es donde se parte la baraja, el bar se ha convertido en una sucursal de banco (que se presenta  siempre voluntario a ejercer el papel de villano) y no hay rastro de la camarera. En su lugar se presentan los municipales cuando Sabina se dedica a lanzar piedras contra sus recuerdos. Quizá esta fue la semilla para otro de sus versos más célebres, que llegaron justo una década después. "Al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver". Cuando te has colado en el traje y la piel de Sabina, hay que contar con estas heridas. 


"Y nos dieron las diez y las once,

Las doce y la una, y las dos y las tres
Y desnudos al anochecer nos encontró la luna."

El estribillo sirve de nexo de unión perfecto entre las dos partes de esta historia. Invita a ser cantado tras varios cubatas, ya que puede hacerse con la alegría que nos lleva "al otro verano" y también puede ser cantado como un lamento por "el verano siguiente". Una canción que es imprescindible en las cantinas, en los piano bars, en las verbenas de pueblo, en los karaokes y en los conciertos de Sabina; donde el "ojalá que volvamos a vernos" cada vez suena con más fuerza, esa fuerza que da el temer que sea la última vez.