Cuando se enumeran adjetivos calificativos para describir a Sabina, poeta es el que suele aparecer con más frecuencia y en mayúsculas. Él mismo se autodefine como un poeta metido a cantante. Como tal, hay que buscarle referentes tanto en la música como en la poesía. Y en esta última aparece el poeta chileno Pablo Neruda, de quién Joaquín afirmó "¿Quién no le ha copiado un poema a su novia diciendo que es suyo propio y luego lo ha descubierto porque había leído a Neruda".
"Para que nada nos amarre,
que no nos una nada,
ni la palabrá que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras."
Conocer a los grandes poetas más allá de su nombre implica un hábito de lectura que no todo el mundo desarrolla. Sin embargo, al ponerle música a algunos de sus más célebres versos, consiguen llegar a un público mucho más amplio. Esa tarea la realizó con ahínco Serrat, de ahí que muchos poemas de Antonio Machado o Miguel Hernández, los hayamos escuchado en un disco antes que leído en un libro.
"Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana,
para que nada nos amarre,
que no nos una nada."
Joaquín Sabina realizó esta tarea con el poema "Farewell y Los Sollozos" de Pablo Neruda, seleccionando algunos versos y adaptándolos a una canción titulada "Amo el amor de los marineros". Y es que junto al cartero, la profesión de marinero es la que primero se nos viene a la cabeza al oír hablar de Neruda. Cuando estrenó la canción, allá por 2004, Sabina afirmó "es un tema que tenía preparado desde hace mucho tiempo, lo cantaba por dentro, lo canto siempre".
"Desde el fondo de ti y arrodillado,
un niño triste como yo nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas."
Es un poema que ahonda mucho en la clásica figura del marino que todos tenemos en mente, ese que deja un amor en cada puerto. Neruda se detiene esta vez en la figura de esa mujer que se queda en tierra, embarazada del marinero que lanza una moneda (quién sabe si trucada) al aire para decidir si el amor será eterno o fugaz. Cuyo compromiso no alcanza más allá de una promesa. Quizá el estilo de vida de alguien que cada día se hace a la mar sin saber si volverá a pisar tierra, complique que su mirada pueda alcanzar largos plazos.
"Amo el amor de los marineros que besan y se van,
amor que puede ser eterno y puede ser fugaz.
En cada puerto una mujer espera,
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte en el lecho del mar."
Besan y se van, como si fueran las olas que rompen en la orilla. Olas que al irse no son inocuas, y dejan erosión en todo aquello que en algún momento tocaron. El marinero solamente se aferra a la tabla que pueda librarle de la única que no aceptará un no por respuesta y le llevará a dormir en el lecho del mar.
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