Muchos temían que a finales del siglo pasado, el efecto 2000 provocaría una catástrofe. Lo cierto es que 1999 nos dejó con un golpe de efecto, el que dio Joaquín Sabina con su disco "19 días y 500 noches". Por aquellos años ya se encontraba en un lugar privilegiado dentro del musical mundo, y con este disco, publicado un día como hoy hace 20 años, se aseguró el paso a la eternidad; pero sin prisas ni misas de Requiem.
Si Camarón se partía la camisa, Joaquín se partió definitivamente la voz y nos mostró como suena el aguardiente. Si pudiéramos clasificar algunas de las canciones de Sabina en trilogías, la que más galardones se llevaría sería "19 días y 500 noches" como secuela de "Ruido" y precuela de "Nos sobran los motivos". Sin abandonar el símil cinematográfico, podemos asegurar sin miedo a equivocarnos que se han rodado infinidad de películas con menos argumento que "El caso de la Rubia Platino".
De igual manera la "Princesa" de la boca de fresa que conocimos en los 80, le cede el testigo a la "Barbie Superestar" de los ojos color verde marihuana. Así como la "Viridiana" de Tijuana le presenta sus respetos a la más señora de todas las putas, "La Magdalena", cuyo corazón lo adorna una constelación de estrellas.
Si a la Argentina ya le había removido el alma "con la frente marchita", en este disco consiguió hacerle pintar Dieguitos y Mafaldas a golpe de cadera y corazón. Los que le gritaban "Eh Sabina" se encontraron de sopetón, y a sus cuarenta y diez, con un testamento en diferido. Quitando algún nubarrón negro, nos ha ido confirmando que el asunto iba sin prisas.
En este disco descubrimos ese lugar, donde habitan los besos que se pierden al silenciar los "te necesito"; y supimos que también el corazón puede echar el cierre por derribo. Podríamos suponer que la "Calle Melancolía" no queda muy lejos de aquellos lares.
Sobre la posguerra se han escrito ríos de tinta que podrían llenar el Ebro, y ninguno ha llegado a ser tan certero, tan preciso, tan duramente bello como "De Purísima y Oro". Sumándole además la presencia de un torero, que sin encontrarse al otro lado del telón de acero, tuvo un triste final.
No faltó el hueco para que la comedia se abriera paso y supiéramos qué mujer le dejó plantado ante la estatua de un poeta, quien tenía el mejor punto del gazpacho y quién le privó de morir sin descendencia. También hizo gala de su urbanidad y nos dejó para la posteridad un monólogo que actúa como foto fija de la España que temía al efecto 2000, la que como te dice una cosa te dice la otra.
Por si faltara poco, la guinda vino rellena de Tequila. Pero Tequila del bueno, del que ya no queda porque se lo bebieron todo entre Chavela Vargas y José Alfredo Jiménez.
"19 días y 500 noches" es la canción que cualquier persona conoce de Joaquín Sabina. "19 días y 500 noches" es el disco que cualquier Sabinero se llevaría a una isla sin Robinson.