Este año nos ha tocado silbar demasiadas veces la melodía de la Calle Melancolía, pero seguimos teniendo más de cien motivos para pensar que el tranvía con destino Barrio de la Alegría está llegando. Regresarán las risas, los bares, volveremos a los moteles y los garitos. Enseñaremos la boca, la lengua y los dient es. Sacaremos los pies del barrio y pondremos el grito en el cielo por otros motivos. Buscaremos de nuevo de las setas en Noviembre y la fiebre solamente será un síntoma de la Primavera.
Las heridas que hoy tenemos se convertirán pronto en medallas, y la melancolía será solamente un mal menor. Los proyectos que se marchitaron volverán a florecer y el alma en oferta que nunca vendimos se revalorizará. Y, lo más imporante, seguiremos teniendo a los abuelos que siempre ganaban batallas.
Sigamos sumando pupilas donde vernos vivos, y hagámoslo de cien en cien.
2020 se ha empeñado en no dejar ni un buen recuerdo y en su paso arrollador se ha llevado por delante al Diego. Un jugador brillante que cuando colgó las botas siguió tirándole fintas a la vida durante mucho tiempo, quedando al borde del fuera de juego y de la expulsión en muchas ocasiones. En uno de los múltiples sustos que dió, allá por 2004, Sabina le escribió un soneto titulado "No te nos mueras más". Un soneto que tenía un cierto aroma a sus "malditos benditos y benditos malditos".
Maradona ha sido probablemente una de las figuras que más veces ha combinado la maldición con la bendición. Capaz de estrecharle la mano a Dios al tiempo que sus pies se tropezaban con el Diablo. Capaz de regatear a todo un batallón de defensas de la Pérfida Albión y de no saber manejar los tiempos cuando era su vida la que estaba en juego. Nos queda la duda de cuál será el equipo que lo fiche para la posteridad, cuánto tiempo lo tendrán calentando en la banda del purgatorio y si acabará jugando entre llamas o entre nubes de algodón. Bendito Diego, maldito Armando, eterno Maradona.
Es complicado hablar de canciones inéditas de Sabina a estas alturas, cuando su discografía oficial y la no oficial ha sido escrutada hasta el extremo. Aún así hay una canción que llama la atención por haber pasado muy de puntillas, y que contiene un verso que podría considerarse de profético "Aquella historia
que nunca ocurrió".
Se trata de la canción "Doña Pura". Una canción que Sabina firmó junto a Noel Neto y apareció en la I Antología de cantautores andaluces. Pese a haberle perdido el rastro durante muchos años, el único registro audiovisual con el que contamos incluye una pequeña presentación por parte del propio Joaquín. La cantó durante el primer gran disco en directo junto a los Viceversa, y la introdujo de la siguiente forma:
"Esta canción que viene ahora es otro estreno. Yo he querido contar en ella, esas historias que oíamos los niños de posguerra alrededor de la mesa camilla. Siempre hablaban de una tía, o de una señora que había en el pueblo, o de una tía nuestra vestida de negro a la que le había pasado algo horrible. Siempre lo oíamos con medias palabras, nunca sabíamos muy bien que había pasado. Ese tipo de atmósfera siniestra he querido ponerla en esta canción. Se llama Doña Pura".
"En esa postura,
tal como hoy la veis,
lleva Doña Pura
desde el 36.
Enterrada en vida,
carne de alcanfor,
oxidada como el tic tac
de su reloj".
En esta canción Joaquín vuelve a demostrar su enorme maestría a la hora de dibujarnos a un personaje con cuatro versos. Al poco de arrancar esta canción ya tenemos un boceto bastante preciso del aspecto de Doña Pura. Una mujer que no cuenta en las cifras oficiales de bajas de una guerra fratricida, pero cuyas heridas jamás suturan.
"Noche interrumpida,
por enaguas malheridas,
brazo en alto y vino peleón.
Soldados que
la llaman por su nombre,
sudor de hombre,
en su habitación".
En la siguiente estrofa de la canción pasa a relatarnos los sucesos que provocaron la caída en desgracia de Doña Pura. Con brevedad y contundencia nos relata el quién, el cómo y el dónde. Todo menos el por qué, y es que para esa pregunta, casi un siglo después seguimos sin encontrar una respuesta que no sea la sinrazón. Las retaguardias de las guerras muchas veces eran lugares más cruentos que el frente de batalla. En esos lugares las luchas estaban totalmente desequilibradas, las botas militares aplastaban sin piedad los cuellos civiles más indefensos.
"Cuerpo diminuto,
cera sin arder,
riguroso luto,
desde aquella vez,
en que la tijera,
de la humillación,
se clavó un amanecer,
en su corazón".
Las represalias eran tremendamente crueles, a veces ocultas entre cuatro paredes y otras veces con escarnio público para dejarlas señaladas de por vida. Las tijeras arrancando a jirones el cabello de las mujeres, era uno de los métodos más comunes y vergonzantes que se aplicaron en aquellos años. Este es el episodio que le ocurrió a Doña Pura, y que Joaquín nos relata a pesar de que durante muchos años le dijeron que no hablase del tema. Esa cera sin arder, es esa vida truncada en los primeros compases, cuando todo deberían ser sueños realizables y no pesadillas consumadas.
"Cada vez que un coche,
reproduce aquella noche,
derrapando bajo su balcón.
Como un flashback
regresa a su memoria,
como una obsesión,
aquella historia,
que nunca ocurrió"
La frase que cierra la canción es la más demoledora de todo el relato. El golpe definitivo era la ley del silencio que obligaba a todo el mundo a no hablar de aquellos sucesos. Un silencio que servía de amnistía a los culpables y de condena perpetua a la víctima. El peligro de no conocer la historia de un pueblo, es que abre la puerta a una posible repetición de sus episodios más negros. Pero igual de peligroso es intentar taparla deliberadamente o reescribirla a beneficio propio cuando las generaciones pasadas ya no están presentes para dar fe de ella. Sabina puso su granito de arena con esta canción dedicada a tantas Doñas Puras que vivieron en blanco y negro toda su vida, y que en los 80 todavía estaban vivas para escuchar este homenaje.
Motivos de un sentimiento fue el título del himno centenario que Joaquín Sabina compuso para el Atlético de Madrid, y en aquella letra enlazaba el antiguo Estadio Metropolitano con el contemporáneo Vicente Calderón. El paso de los años han revertido el orden de aquellos versos, ya no queda rastro del mítico estadio de la ribera del Manzanares (donde curiosamente han regresado los patos que tan extraños nos resultaban) y el nuevo templo vuelve a llamarse Metropolitano. Pero los sentimientos no han cambiado, esos siguen muy presentes con algunas muescas nuevas que el joven pero intenso siglo XXI ha dejado a su paso.
"Aunque apenas queda un socavón,
junto al Manzanares,
y atascos en los bulevares
de mi corazón "
El arranque de la canción se centra mucho en una imagen que ha ido socavando el corazón de los colchoneros al mismo ritmo que la demolición del estadio iba ocurriendo. No fue una detonación rápida, esas duran unos segundos, y te proporcionan un vídeo impactante, pero duran menos tiempo en el recuerdo. El estadio ha ido desapareciendo lentamente durante muchos meses, y quien circulase por la mítica M-30 de Madrid ha sido testigo de ese fundido a negro. Hubo incluso un pequeño lapso de tiempo en el que un desvío permitió que los coches circulasen por lo que durante mucho tiempo fueron las bandas en las que galoparon ilustres jugadores atléticos.
"Los profetas de anteayer,
son gaviotas de alas rotas muertas de sed,
gatos sin botas"
Todos conocemos el cuento del gato con botas y de como ese astuto felino consiguió hacer que un campesino se convirtiera en marqués rápidamente. No es esta la historia del Atlético, por eso Sabina descalza a este gato del sur de la capital. El camino ha sido muy tortuoso, pagando caros peajes en la autopista que les llevó al infierno. Pero las botas tienen un recambio de lujo, los Zapatones de Luis Aragonés, cuyo espíritu está muy vivo en esta canción. Es un club que nunca ha dejado de soñar, por muchas pesadillas que les hayan dejado desvelados en noches perdidas y frías. La referencia gatuna también está presente en la ciudad de Madrid, es una forma de validar la autenticidad de tu carnet de madrileño; contando hacia atrás el número de antepasados que nacieron allí. En este caso, se podría validar por el número de feudos atléticos en los que tu familia ha llorado.
"Al balcón de la soledad trepan los náufragos,
malheridos de tanto remar contra el huracán.
En el trono de Neptuno donde no cabe ninguno
que no sepa soñar.
Partido a partido..."
Esta canción la escribe Sabina en el 2020, con lo que este año ha significado para toda la humanidad; y en especial a los Sabineros, que se nos empezó a torcer un poco antes que al resto con el accidente que Joaquín sufrió en Febrero. Esta es la primera letra que publica Joaquín tras haber tenido que remar por enésima vez contra la adversidad. Ha conseguido mezclar los sentimientos de un club luchador, con los de todas las personas que han pasado por momentos difíciles en estos meses. El videoclip de la canción gira en torno a esa idea, poniéndole cara a las asépticas estadísticas que se han convertido en rutina. Las palabras resistir, luchar y aguantar han sido repetidas hasta la extenuación en los picos de la pandemia, quizá le resultasen poco familiares a mucha gente; pero no a los colchoneros, para ellos es su credo particular.
"No me habléis de resistir,
es mi Atleti de Madrid.
No me vengan con lamentos,
hablo de sobrevivir"
Pero para que esas palabras calen en el equipo y se conviertan en la bandera que la afición ondea cada semana, hace falta una arenga contundente. De eso también van sobrados en el otrora Atlético de Aviación, y la canción no se olvida de ese momento crucial previo a saltar al campo. Muchos han tenido que tirar regates muy complicados en estos meses. Algunos han perdido el balón en un punto de no retorno, otros han salido trastabillados con lesiones de larga duración, pero también hay quién ha culminado la jugada consiguiendo colocar el balón en la escuadra. Se conocen de memoria el boulevard de los sueños rotos, lo han recorrido en numerosas ocasiones, y a pesar de ello nunca dejan de abrazar a Morfeo.
"Y seguir coronando montañas,
y seguir conquistando escaleras.
En el tiempo de descuento,
regateando al porvenir"
En el mundo del fútbol siempre se está buscando al sucesor del que ocupa el trono en cada momento. La imagen cuando se produce una sustitución en el campo cala muy hondo, y todos incoscientemente siempre estamos pensando en quién será el futuro 10 del equipo. En esta canción esto ocurre por partida doble. El arranque lo realiza Sabina y tras los primeros compases se le une Leiva, que se ha criado en la cantera de la Calle Melancolía. Y los versos finales sirven para enlazar las dos figuras más relevantes de la historia rojiblanca, la frase célebre de Luis Aragonés da paso al leit motiv del Cholo Simeone. Algo parecido ocurre entre padres e hijos, cuando la pasión por unos colores (y por unos artistas) se comparte y se acaba convirtiendo en legado.
Una de las mejores metáforas de las canciones de Sabina es "esa hora maldita en que los bares apunto están de cerrar". 2020 está llevando a unos límites insospechados esa sensación de que te van a cerrar el bar. Sabíamos que las tascas eran un elemento muy importante en nuestras vidas, actuando como estaciones de servicio en las que echarle gasolina al cuerpo y al espíritu. De repente se nos ha cortado ese suministro, y tenemos que seguir en movimiento con mucho menos combustible. Podríamos decir que los bares son lo más importante de lo menos importante.
La carrera de Sabina se ha ido forjando a fuego en estos lugares, y escuchando sus letras hemos ido entrando y saliendo de infinidad de garitos. También hemos reincidido en el mismo bar, con resultados muy dispares. El bar de un pueblo con mar castigó esa reincidencia, y como si de Cenicienta se tratase el hechizo se rompió convirtiéndolo en una sucursal del Banco Hispano Americano. Sin embargo, "El Templo del Morbo" premió el retorno con una voz ardiente susurrando al oído.
Los bares siempre han aparecido de manera salteada en infinidad de canciones, pero hay una en la que se le da un papel muy protagonista, llegando incluso a titularla; se trata de "El Café de Nicanor". Como si de "La Colmena" de Camilo José Cela se tratrase, Sabina nos va introduciendo a todos los parroquianos habituales de ese local, atendidos por el discreto Nicanor.
"La noche que Guillermina,
no contenta con la patria potestad,
y el ático en Concha Espina,
quiso el Volvo en propiedad,
tirado en una cuneta me desperté.
A dos leguas del café,
con una maleta al hombro,
llena de escombros
y un bollo de pan de ayer"
No se limita a dibujarnos a los personajes que se sientan a la mesa más redonda del café, también nos hace una pequeña introducción de los motivos por los cuáles dirige sus pasos hacia ese lugar. El protagonista se encuentra de repente en mitad de la calle, quizá cerca de una glorieta coronada por la estatua de un poeta, tras un divorcio del que no ha salido muy bien parado (probablemente haya reservado ya un colchón en la posada del fracaso). Con sus recuerdos convertidos en escombros, vuelve al lugar donde siempre tiene una copa en la barra y unos viejos amigos con mil historias que contar.
"Le hemos echado de menos,
me dijo el bueno del barman que me sirvió
vaso largo con limón,
la misma copa de ron,
que el lunes va a hacer un año
me dejé en el mostrador"
"Después de pagar dos rondas
(tres, contando la del baño)
recuperé, entre la condesa y Julio
mi escaño de contertulio,
mi carnet de fundador
de la mesa más redonda
de El Café de Nicanor"
Se sienta en la mesa más redonda, y la forma de la mesa no es casual, nadie la puede presidir, todos tienen el mismo derecho y el mismo deber con sus compañeros del café. Todos los estratos sociales están representados, desde la nobleza hasta el camello del barrio, desde alguien que ha pisado la luna hasta el que deja rastros del albero de la plaza. Todos unidos por andar escasos de esas tres cosas que dicen que hay en la vida, y por las que Dios recibe agradecimientos.
"Estaban Gámez el astronauta,
Gastón el flauta, Mari La Tetas,
El novillero poeta con su mujer.
El pobre Don Agapito
y un camellito sin dientes
paisano de un primo hermano
de algún pariente lejano
de Ana Belén"
Sinceramente pienso que si el Purgatorio existe, se debe tratar de un bar. En pocos lugares se solucionan problemas más complejos, se intercambian opiniones más opuestas y se urden planes más aleatorios. El tiempo se mide en vasos de vino, la osadía en copas de ron y el arrepentimiento en botellas de agua. No existe una captura más fiel de la sociedad que un plano secuencia de un bar, desde la barra de chapa, pasando por la esquina de la máquina tragaperras, recorriendo el pasillo que conduce al baño y saliendo por la ventana donde el camarero atiende a los que están fuera, fumándose la vida.
"Se nos sube a la cabeza,
la espuma de una tristeza
crespuscular.
El óxido de los días,
las utopías con hielo,
el azul galimatías
del cielo según San Juan."
La última estrofa de la canción es la más brillante de toda la canción, porque es capaz de encerrar todas las esencias de este bar y es capaz de algutinar los sentimientos que comparten todos los allí presentes. La espuma como vehículo que es capaz de mover la tristeza más profunda y transformarla en euforia cuando pega fuerte en la cabeza. El óxido como prueba irrefutable de los efectos del paso del tiempo, perdón, del paso de las copas. Las utopías con hielo, porque todos hemos sobreestimado nuestras capacidades con un cubata en la mano, aunque paradójicamente lo que hacen son mermarlas. En resumen, un hermoso galimatías en el que te sientes tan agusto que siempre acabas alargando tu estancia más allá de la hora que en un principio te marcaste de regreso a casa (que no necesariamente hogar).
"Un calcetín con tomate
y el último disparate
de Nicanor.
Que cuando le preguntaron
si había estado enamorado,
como es un hombre sincero,
Yo, no señor contestó,
yo siempre fui camarero".
La guinda final es para el dueño del bar, y es que es bastante frecuente que estos lugares lleven el nombre del señor que te atiende detrás de la barra. A veces se mimetizan tanto con el establecimiento, que son un aliciente más para ir. Creo que en el genero de las memorias o biografías tenemos un gran déficit de aquellas sobre la vida de los camareros. Sabina necesitaba un poco de imaginación para colarse en el traje y la piel de otros hombres, Nicanor simplemente necesita hacer un poco de memoria para relatarte las historias de infinidad de personas. Ha sido testigo de tantas vidas en esas cuatro paredes, que por momentos se ha olvidado de vivir la suya. Creo firmemente que entre los trabajadores fundamentales de una sociedad, deberíamos incluir a todos los Nicanores que a lo largo de nuestra vida nos han facilitado mesas rondas, vasos largos y unos buenos hielos para conservar nuestras utopías.
En diversas ocasiones Sabina ha tirado de su autobiografía para ilustrar varias de sus canciones, en otros casos se ha colado en el traje y la piel de otros hombres y el caso de Arenas Movedizas podría considerarse como una canción autoprofética. El contexto histórico es muy importante para validar esta teoría, ya que la canción se quedó a medio camino entre el disco de 19 días y 500 Noches y el de Dímelo En la Calle. Creo que esta canción es el nexo de unión entre su primer testamento (A mis Cuarenta y Diez) y su viaje más profundo a los infiernos (Nube Negra).
El título de la canción ya nos avisa de que nos va a costar salir ilesos de su letra. El cielo que nos encontramos aquí parece haber sido viciado durante décadas por el vómito de humo que vertían las chimeneas de Calle Melancolía. Como resultado queda un cielo de betún, de almidón, regaliz y de alquiler.
"Mañana cuando era tan pequeño,
por el Acantilado del Obispo caí.
Persiguiendo un pájaro sin dueño,
y aterricé en un polvorín"
El viaje comienza con una paradoja temporal, colocándonos en un mañana donde todavía nos vemos muy pequeños, llegando a una situación para la que pensamos que todavía es demasiado pronto. La imagen de ir persiguiendo un pájaro sin dueño puede tomar la forma abstracta de un sueño o un ideal, pero también puede adoptar una forma muy concreta y humana. Alguien o algo que vuela lo suficientemente bajo como para llamar tu atención y que puedas sentirte capaz de alcanzarlo; pero también lo suficientemente alto como para zafarse de ti, dejándote caer en ese polvorín de arenas movedizas.
"De arenas movedizas,
bajo un cielo de betún,
caracolas que agonizan,
sin decir ni mú"
Que aparezcan caracolas agonizantes y mudas es una metáfora tan cruda como la canción. Se tiende a pensar que estos moluscos son capaces de transportarte a una playa con acercarlos a tu oído, por más que te encuentres en un remoto lugar donde el mar no se pueda concebir. Si la caracola enmudece, tu imaginación se queda ciega.
"Cuando el gallo a sueldo de la madrugada,
llegó con su kikirikí,
desperté soñando que viajaba,
desnudo con un maletín
de Arenas Movedizas,
bajo un cielo de alquiler.
Alfileres que agonizan,
antes de nacer"
A continuación aparece un gallo para despertarnos bruscamente, ya que en este cielo tan oscuro ni siquiera el Sol tiene ese poder. Esto nos saca de un mal sueño en el que sabemos que estábamos desnudos, pero no libres de toda carga, porque asido a la mano llevamos un pesado maletín. En su interior puede haber cargas emocionales o materiales, y no está claro cuál de las dos lo lastra más. El asunto material cobra fuerza en estos versos, ya que hasta el cielo nos empieza a cobrar alquiler por vivir bajo su techo infinito.
"A mi cita fui pero el horizonte,
se había cansado de esperar.
Me llamó San Pedro por ni nombre,
y no le quise contestar"
Pocas cosas parecen más seguras que el horizonte que nuestros ojos alcanzan a divisar. Pudiera parecer que estará allí de forma permanente, esperando pacientemente a nuestra llegada. Pues bien, ni si quiera eso está asegurado en este turbulento viaje. En los versos finales nos abre una nueva posibilidad, que en lugar de estar en mitad de un sueño o un delirio, se encuentre en el purgatorio. De ahí que aparezca San Pedro llamándole para entrar en las puertas del Paraíso. Pero de sobra sabemos que Sabina ha sido más amigo de demonios que de ángeles y estaba claro que iba a ignorar ese llamamiento.
"Y arenas movedizas,
bajo un cielo de almidón.
Paquebotes que aterrizan
sin pedir perdón"
Resumiendo, Arenas Movedizas es una canción que se incorpora con fuerza al grupo de las melancólicas, con ciertos apuntes autobiográficos y guiños burlados a la muerte. Una canción con tantas metáforas abre mucho el abanico de las interpretaciones. Puede ser tan amplia como el recorrido vital de una persona que se acerca al final, o acotarlo hasta un tramo concreto marcado por un acontecimiento o una relación.
"De Arenas Movedizas,
bajo un cielo de tergal,
matasellos que agonizan,
tan lejos del mar"
A pesar de no haber cruzado nunca el umbral de ser cantada en directo, contamos con dos versiones de estudio. La primera que apareció en el disco Dímelo en la Calle, mucho más suave, y la rareza que se incluyó en el especial de "19 Días y 500 Noches" (probablemente la versión original que durmió varios años en un cajón).
Pau Donés nos enseñó conceptos sencillos pero que no siempre tenemos del todo claros. Siempre que alguien dice "Depende", nos vienen a la mente dos cosas, un gallego utilizando su indecisión estándar como respuesta y la canción de Jarabe de Palo. También hizo del optimismo bandera cuando con sus pegadizos ritmos con toques cubanos nos aseguró que todo podía parecer bonito.
Pero la vida le tenía guardada una canallada que lo arrastró al lado oscuro y tras varios años demostrándonos que todo depende de según como se mire, nos dio la última lección. Se marchó de este mundo haciendo lo que más le gustaba. Hace escasos días presentaba un adelanto de su último disco. Su vitalismo quedaba patente cuando en su enésimo estribillo pegadizo Pau dedicaba sus últimas fuerzas a dar las gracias. Es de justicia devolverle esa gratitud con creces.
Nos deja también el mejor remedio contra el miedo, ya sea a romper el hielo, a dar el paso o a tirarte a la piscina. Era tan fácil como gritar. De nuevo un concepto sencillo que Jarabe de Palo consiguió convertir en un himno o consigna. Y no podemos olvidar otra canción sublime en la que nos muestra como ciertos polos opuestos hay veces que lejos de atraerse se convierten en un problema irresoluble. El agua y la sed, de nuevo dos conceptos sencillos, de nuevo una canción que se queda para siempre en tu cabeza.
Finalmente, los besos, todos sabemos del enorme poder que tienen; y nadie duda que los más valiosos de la música eran los que daba La Flaca. Hoy el mundo nos parece más feo, pero seguro que Pau Donés nos sigue viendo bonitos. Habrá que patentar esas gafas con las que siempre observó la vida.
Se han hecho infinidad de películas con menos guión que esta canción. Si tuviera que resumir la canción en una frase sin duda sería esa. Dentro de las diversas historias que Sabina nos ha cantado a lo largo de los años, tenemos algunas que hablan de lugares, de personajes y de vivencias más o menos autobiográficas. "El Caso de la Rubia Platino" es una novela negra perfectamente adaptable al mismo género cinematográfico. Tiene todos los ingredientes necesarios, una trama, dos personajes protagonistas y carismáticos, planos cortos, planos largos, ambientación, giros de guión y todo ello contado con el nervio que requiere condensarlo todo en un metraje de 5 minutos.
"Me adelantó un talón de setecientas,
más gastos, sin contar otras quinientas
en fichas del casino.
Mi último tren llegaba con retraso,
así que decidí aceptar el caso
de la rubia platino"
En la primera estrofa ya conocemos a todos los personajes de la historia así como el escenario en el que se va a desarrollar la historia. Alguien recibe un encargo bien pagado por un caso que involucra a una rubia platino. En el pago van incluidas una buena cantidad de fichas del casino, y además se nos habla de un último tren que no terminaba de llegar. Si sumamos a la ecuación un casino y una rubia platino, nos pueda venir a la mente rápidamente la película de Scorsese protagonizada por Sharon Stone. Pero estas son las primeras pinceladas simplemente, en breves tendremos un par de secuencias que terminen de perfilar ambos caracteres.
"Yo era un huele braguetas sin licencia,
quemado en la secreta por tenencia,
extorsión y líos de faldas.
Estaba, como buen ex-policía,
a sueldo de un pez gordo que sabía
cubrirse las espaldas"
No esperéis nombres propios en esta canción, es parte de la magia, cada uno puede hacer su retrato robot en base a la descripción que Sabina hace de ellos. Empezamos con el "huele-braguetas", un policía que ha sido expulsado del cuerpo por diversos delitos. Alguien acostumbrado a moverse por los lugares más turbios y por las noches más negras, y que en esta ocasión acepta un encargo de un capo. Creo que más de uno ya le está colocando una gabardina, un sombrero y una densa humareda a modo de aureola (de maldito bendito).
"Ninguna zorra vale ese dinero,
pensé, mientras dejaba mi sombrero
nuevo en el guardarropa.
Cantaba regular, pero movía
el culo con un swing que derretía
el hielo de las copas"
En la tercera estrofa entra con fuerza la rubia que da título a la historia. Curiosamente en su descripción ya nos encontramos de bruces con las contradicciones y luchas internas a las que se enfrentará el quemado policía. Empieza desdeñando su supuesto valor cuando todavía no se ha producido el primer encuentro. Pero rápidamente su valor empieza a fluctuar y su movimiento de caderas consigue alterar el estado del hielo de su copa y de su ritmo cardíaco.
"Cuando salió por fin del reservado,
sentí que las campanas del pasado,
repicaban a duelo.
La última vez que oí esa melodía,
me recetaron tres años y un día,
más IVA, en la Modelo"
Antes de entrar de lleno en la trama, la narración nos hace un flashback para confirmar que todos los asuntos turbios de este huele braguetas le habían llevado directamente a prisión. Concretamente, tres años en la cárcel Modelo.
"Los besos que dan las chicas malas
salen más caros cuando los regalan
y huelen a fracaso.
Pero el croupier me echaba cartas buenas
y la rubia platino era morena
y el caso era un gran caso"
Una vez que tenemos claros los perfiles, podemos entrar de lleno en la trama que une a esta pareja, tan extraña y tan común en el imaginario colectivo. El ex policía empieza a ganarse la confianza de la rubia y ambos ruedan al mismo ritmo que las ruletas del casino. Curiosamente empieza a ver como la fortuna del juego y la amorosa se van poniendo de cara. No se dice explícitamente el tiempo que transcurre en esta conquista, se deja abierto a la imaginación. En estos asuntos cada uno tiene sus técnicas, sus tiempos, sus gestos, sus detalles y sus sutilezas en el interlineado de los mensajes. Algunos son expertos en explosivas carreras de velocidad, otros se manejan mejor en carreras de fondo. En ambos casos, lo importante es alcanzar la meta el primero; la medalla de oro de un velocista tiene los mismos kilates que la de un fondista. A partir de aquí comienzan diversas revelaciones importantes, la rubia se torna en morena, y comenzamos a olvidar el mandato original era acabar con su vida. Incluso podemos cuantificar esta transformación de forma muy objetiva, al principio consideraba que su precio estaba sobrevalorado, ahora le acaba confirmando que se había quedado muy corto en aquella estimación.
"En un bistró del puerto de Marsella
nos fuimos demorando entre botella
y botella de Oporto.
Los que pusieron precio a su cabeza,
le dije exagerando su belleza,
se habían quedado cortos"
En una historia donde nos encontramos combinaciones tan explosivas como la belleza de la rubia y la peligrosidad del ex agente de la ley, no es casualidad que la acción discurra en Marsella. Una ciudad que también cuenta entre sus adjetivos más calificativos los de bella y peligrosa. En una historia donde las situaciones límite son frecuentes, tampoco es casualidad que se haga referencia al Oporto. Una bebida que se encuentra en el límite de ser considerado como un vino o como un licor, y que cuenta con un porcentaje de alcohol que puede ser traicionero.
"Puede que me estuviera enamorando
porque antes del café cambié de bando,
de hotel y de sombrero.
Mi viejo puso un cuarto con dos camas,
fingiendo que la dama era una dama
y su hijo un caballero"
Llegados a este punto el giro del guión inicial ya se ha consumado. Los sentimientos se le han cruzado y han puesto patas arriba el negocio que se traía entre manos al principio. Redirige sus pasos y en vez de dirigirse a un hotel, le abre la puerta de su dormitorio y jugando con la ambigüedad de la caballerosidad asistimos a la consumación de la intensa relación.
"Ni siquiera, señores del jurado,
padezco, como alega mi abogado,
locura transitoria.
Disparé al corazón que yo quería
con premeditación, alevosía
y más pena que gloria"
Pero esta historia había empezado en blanco y negro, con una presencia mucho más notable de los tonos oscuros que los claros, y parecía que estaba empezando a teñirse de color de rosa. Nada más lejos de la realidad. Tras una elipsis brutal, el guión vuelve a dar otro giro, completando los 360 grados y volviendo a la posición de partida. El ex policía vuelve a dejar de escuchar el compás que su corazón le había ido marcando hasta ahora, y acaba disparando a la dama, completando el encargo para el que había sido contratado. De repente nos encontramos con él testificando, como un pez de ciudad más, ante un jurado al que le confirma que ya no le quedan agallas para eludir la justicia.
"Para jugar al BlackJack y ser un duro
andar de escaso de efectivo
es igual que pretender envidar
con un farol al futuro.
No por casualidad
me temen en los casinos.
Diez de los grandes por seguirle los pasos
a la rubia platino"
"Para no ser un cadáver en el tranvía
aparte de tener gramática parda,
hay que saber que las faldas son una lotería.
Con luz de gas, brilló mi lámpara de Aladino.
Me daban diez de los grandes
por el caso de La Rubia Platino"
Ya sabíamos que este personaje había pasado más de una noche en la posada del fracaso y que se encontraba plenamente cómodo en el universo del perdedor al que tanto ha cantado Joaquín. El cierre final de la canción nos lo sitúa barruntando que esos diez de los grandes que le habían prometido, más el escarmiento de no haber ganado nunca el premio de la lotería que esconden las faldas; eran suficiente justificación para la decisión que había tomado. Ahora ya solamente nos queda dar paso al plano final, un fundido a negro, una cámara que se aleja del patio de la prisión donde este villano volverá a cumplir condena, y finalmente, un brindis en memoria de la rubia platino con esa copa cuyos hielos sublimó a golpe de cadera.
Hasta hace poco si alguien clamaba haber sido víctima de un robo, y ese robo resultaba ser el preciado mes de Abril; a todos nos vendría al a cabeza, un hombre de traje gris, una chica de BUP o una madre derrotada en un sillón. Esos tres personajes le bastaron a Sabina para describir a la perfección esa sensación de derrota, tristeza y desamparo. Uno de ellos tuvo el premio de titular a ese disco de 1988, y los tres juntos consiguieron la inmortalidad que le da que el gran público coree ese estribillo en todos los conciertos. Porque todos hemos coreado "¿Quién me ha robado el mes de abril?" desde la distancia prudencial que te da el observar una historia sin llegar a protagonizarla. Pero todo eso cambió en 2020.
En 2020 apareció una pandemia, que nos pilló sin vacunas ni letanías. Su llegada fue escalonada, pero justamente fue el mes de Abril el que desapareció de todos los calendarios del mundo. De repente todos, en mayor o menor medida, nos vemos llevando un traje gris, suspendiendo asignaturas pendientes y anclados en un sofá. Estamos protagonizando la canción y preguntándonos ¿cómo pudo sucederme a mi?. A ese estribillo se le podían intercalar millones de historias equiparables a las de esos tres personajes que todos conocemos. A Joaquín ya se le había dado el título de compositor de las bandas sonoras de nuestras vidas. Ahora también se le está otorgando el título de verdadero profeta (aunque estemos en tiempos oscuros), ahora que nada es urgente, que todo es presente, que no arrancan los coches y las ciudades se llenan de largas noches y calles frías.
Ya sabíamos que el mes de Abril se guardaba en el mismo cajón que el corazón. Ahora también sabemos las consecuencias que tiene esa pérdida. A algunos les ha dejado agujeros que permanecerán para siempre como cicatrices cuando este mes nos sea devuelto en años venideros. Pero sin prisas, que cuando salgamos de esta ya sabemos con qué fuerza tendremos que cantar nuestra supervivencia, "¡maldita sea!". Para ir recargando esas fuerzas, y que sean proporcionales a estos lamentos por la primavera perdida, recomiendo buscar esos más de cien motivos y esas cien pupilas donde vernos vivos que también Joaquín relató hace mucho tiempo.
"Además de tener un envidiable éxito como cantante, tiene la desfachatez de pintar, de hacer poemas, e incluso de dirigir cine; y además tiene tiempo y talento para hacer bien todas esas cosas. Es alto, guapo, caótico, sentimental y todas esas cosas que las chicas consideran interesantes y de las que yo lamentablemente carezco. Además, no se le puede odiar como se merece porque es también un maestro en el arte antiguo de la generosidad y de la amistad". Así presentaba Joaquín Sabina a Luis Leonardo, perdón, Luis Eduardo Aute, durante su legendario concierto en directo del Teatro Salamanca.
Muchas décadas después, Sabina siguió llevando por bandera sus versos de "Tenemos memoria, tenemos amigos". Porque Aute fue un grandísimo amigo de Joaquín, desde los tiempos de la Mandrágora. Esas fotos en blanco y negro con las barbas nazarenas dan buena fe de ello. Como decía, muchos años después, participó en el homenaje que varios artistas le hicieron a Aute. En aquella ocasión sus palabras fueron "Decir Eduardo es fuego y pan y arena, decir Al Alba es llanto y todavía, decir Aute es decir pasión en vena."
Hoy nos ha dejado el que fuera maestro de muchos a los que hoy nosotros denominamos maestros. Cuesta imaginar una fecha más triste que ésta, en un día sombrío de un mes de Abril que nos han robado a todos y de un año bisiesto que ha venido a confirmar que son años de mal fario. Siempre digo que los homenajes es mejor hacerlos en vida, porque ésta puede ser tan canalla como para robarte la posibilidad de dar el último adios. Afortunadamente Aute tuvo el suyo con ese concierto multitudinario. Hoy nos quedamos sin su latido, sin ninguna de las razones que él tenía para gritar Aleluya, y tampoco podremos salir a llevarle rosas en el mar. Lo que si nos queda es la certeza de donde podemos encontrar la belleza y el aviso de que en cualquier momento nos pueden dar las cuatro y diez.
El número siete fue el primero que nos indicó Sabina cuando empezó a cantarnos historias sobre la melancolía, y a ese número regresó unos cuantos años después para darle otra vuelta de tuerca a ese concepto tan conocido y extraño a la vez. El siete, conocido como número de la suerte, se convierte en el conductor principal de la canción que recorre varios de los caminos más tortuosos de la vida. Siete Crisantemos es una de las canciones crípticas de Joaquín en la que se van intercalando muchas de sus frases más célebres, y probablemente sentase las bases del acuario de los Peces de Ciudad.
Al igual que en las obras maestras del cine, el arranque de la canción ya te agarra fuerte de las solapas y te suelta un par de sentencias que te dejan claro, que vas a asistir a una clase magistral de lecciones de vida. Quién más, quien menos ha oído hablar del Karma y sus consecuencias, de cómo es el responsable de balancear las acciones de héroes y de canallas.
"Si alguna vez me han dado más de lo que tengo,
he dado algunas veces más de lo que doy."
Podemos situar a Calle Melancolía y a Peces de Ciudad como precuelas y secuelas de Siete Crisantemos. Cuando Sabina paseaba por su calle, nos pedía que no preguntásemos hacia donde dirgía sus pasos. En Peces de Ciudad nos recomendaba que al lugar dónde habíamos sido felices no tratásemos de regresar. Aquí se encuentra justamente en ese cruce de caminos, quiere olvidar ese desolado paisaje de antenas y de cables, y duda de la existencia de ese lugar (Comala) al que quiere dirigir sus pasos.
"Se me ha olvidado ya el lugar de donde vengo,
y puede que no exista el sitio a dónde voy."
Alguien que alargó su juventud hasta sus cuarenta y diez, que usó los bares de oficina y cuyas noches se midieron usando la escala 19:500 no podía abrazar jamás el calor del hogar. Aquí nos está mostrando el estilo de vida que llevó hasta el límite. Respecto a las noches pasadas en el infierno, esto le suele ocurrir a los valientes y a los desdichados. Y de entre ellos, solamente los más dotados son capaces de regresar y no muchos se atreven a reconocerlo. Joaquín si lo hace, y es a partir de aquí donde nos abre otra puerta para avanzar a una fase mucho más compleja.
"A las buenas costumbres nunca me he acostumbrado,
del calor de la lumbre del hogar me aburrí.
También en el infierno llueve sobre mojado,
lo sé porque he pasado más de una noche allí."
Comienza un viaje en busca de respuestas a preguntas que nunca se hicieron o que no se quisieron contestar. Hay secretos que acaban en la tumba, hay nostalgias de cosas que no sucedieron jamás, hay caminos que nunca se atrevieron a recorrer. Los crisantemos y el cementerio son las dos imágenes más extremas, son el final de la historia.
"En busca de las siete llaves del misterio,
siete versos tristes para una canción,
siete crisantemos en el cementerio,
siete negros signos de interrogación."
Continúamos por caminos angostos, y precisamente en estos tiempos (de cuarentenas y pandemias, hago este inciso por si estás leyendo esto cuando hayan pasado muchos años del turbio 2020) estamos comprobando lo que ocurre cuando vienen mal dadas. Los falsos profetas afloran hasta debajo de las piedras y la humanidad es capaz de demostrar los extremos que puede alcanzar; tanto de bondad como de ruindad. El siguiente verso nos confirma que esta canción es una intervención sin anestesia y que opera directamente en el alma (cada uno que la sitúe en la parte del cuerpo dónde crea tenerla). La angustia de ver al cielo alejarse y la crudeza de saber que en un debate sobre el amor no siempre ganen los buenos.
"En tiempos tan oscuros nacen falsos profetas,
y muchas golondrinas huyen de la ciudad.
El asesino sabe más de amor que el poeta,
y el cielo cada vez está mas lejos del mar."
Todo esto sirve de preámbulo para una de los versos más compartidos de toda la obra de Joaquín. Una clase magistral de la vida y el amor, de sus consecuencias, de las explicaciones irrefutables a reacciones que no atienden a la lógica. El paso de los años tiene un poder curativo para casi todos los reveses de la vida, aunque a veces dejen notables cicatrices a modo de recuerdo para ti y de aviso a navegantes. Al mismo tiempo las interacciones humanas, las reacciones, los besos, los abrazos nos pueden sacar de la carretera por la que transitamos de forma brusca; a veces para meternos en callejones sin salida y a veces para sacarnos de oscuros laberintos.
"Lo bueno de los años es que curan heridas,
lo malo de los besos es que crean adicción.
Ayer quiso matarme la mujer de mi vida,
apretaba el gatillo cuando se despertó."
El colofón de esta canción viene con otra frase lapidaria, y es que esta canción podría ser el testamento emocional de Joaquín Sabina (el vital ya nos lo dejó con A Mis Cuarenta y Diez). Es un epitafio musical y extendido, de la especial relación que Sabina ha tenido con el amor, la melancolía, la noche y la poesía. "Me enamoro de todo, me conformo con nada" es la explicación más concisa y más certera de la montaña rusa que se recorre cuando una persona te ilusiona y te hace subir hasta el punto más alto y luego te hace precipitarte. Quizá el secreto esté en disfrutar la subida, que suele ser más lenta que la caída; y en ser conscientes de que la montaña rusa es un circuito cerrado que también te lleva de lo más bajo a lo más alto. Paradójicamente después de haberle dado la vuelta completa, siempre nos quedan las ganas de pedir otra vuelta más.
"Me enamoro de todo, me conformo con nada.
Un aroma, un abrazo, un pedazo de pan.
Y lo que buenamente me den por la balada,
de la vida privada de fulano de tal."
Resulta complicado dar una explicación concreta a la inmumerable sucesión de elementos abstractos y complejos que se agolpan en esta canción. Pero al mismo tiempo pone sobre la mesa situaciones y reacciones tan cotidianas y tan humanas que no resulta complicado verse reflejado en ellas. Creo ques una de esas canciones de Joaquín que han bebido de otras y han servido de alimento para otras tantas. No se puede llegar a los siete crisantemos sin haber silbado la melodía de Calle Melancolía, y al mismo tiempo este es un peaje obligatorio para escuchar las sirenas de los petroleros en Desolation Row.
"Yo canto con el coño". Esa frase y la portada del disco "Dónde más duele" probablemente sean la imagen y las palabras más potentes de la historia de María Jiménez. Y ambas apuntan directamente a Sabina, la frase se la dijo María a Joaquín cuándo éste afirmó que le gustaba porque ella cantaba con las tripas. La portada del disco es la mejor réplica femenina a la de 19 días y 500 noches, las alas negras de Joaquín frente a la imponente corona con plumas de pavo real de María. El cigarrillo en la mano que contribuye a afilar sus voces, y la última copa que marca el camino hacia el próximo bar.
Nadie ha cantado las letras de Sabina con la autoridad que María Jiménez hizo en ese disco. Ella vivó en la Calle Melancolía cuando nadie reparaba en las lágrimas de una mujer, muchas noches le han quemado más que el gas azul de los mecheros y perdió la cuenta de los motivos que fue acumulando para decir ¡Con Dios!. Por eso no es de extrañar que cuando María cantaba, lloraba con bastante frecuencia. Cuentan que la grabación de "Con dos camas vacías" fue un mar de lágrimas, recuérdenlo cuando escuchen la canción; "la paz que has elegido es peor que mi guerra", cuando la sevillana canta eso, te retumba en el alma. María perdió muchas batallas, pero acabó ganando la guerra; y lo más importante, alumbró el camino. Creo que su figura y su historia no se ha ensalzado todo lo que ella merece.
Hace unos meses que salió el disco tributo a Sabina, "Ni tan joven, ni tan viejo". Ha pasado el tiempo suficiente para escuchar detenidamente todas las canciones y tras haberle dado varias pasadas al disco, sigo manteniendo mi primera opinión, hay una canción que sobresale del resto por sobrados motivos. Robe Iniesta nos ha demostrado tras varias décadas, que había otra forma de caminar por "Calle Melancolía" y otra forma de silbar esa melodía. Y es que si Joaquín habitaba en el número 7 de esa famosa calle, Robe lo hacía en el 77.
Calle Melancolía es junto a Pongamos que hablo de Madrid una de las canciones más longevas en la discografía de Sabina. Ambas comparten el mérito de haber sido cantadas tanto en La Mandrágora como en Las Ventas. Ha sido versionada infinidad de veces (me atrevería a decir que la que más) por lo que el reto que afrontaba Robe era mayúsculo, y lo superó con creces.
Consiguió llevársela a su terreno sin cometer ningún sacrilegio, le puso un traje musical nuevo que conjuntaba el ritmo lento de una yegua sombría con el brío de un barco enloquecido. Su voz es quizá la más autorizada para hablarnos crudamente de la Melancolía. Si Sabina se raciona sus lágrimas para llorar cuando valga la pena, Robe ha conseguido apagar infiernos con las suyas. Si Joaquín solamente encontraba puertas que niegan lo que esconden, Robe se adentraba en el bloque de las dos salidas. Si Joaquín recostaba su cabeza en el hombro de la Luna, la princesa de Robe ya se encontraba allí echándose carreras con ella.
Y es que para saber qué hacía Sabina en sus 500 noches con sus 19 días, hay que buscar la respuesta en el "Salir" de Extremoduro. Y el alma imperecedera que Robe regaló para que dejara de dolerle, Sabina se la vendió a Belcebú por amores.
Decían Gardel y Le Pera que 20 años no son nada, yo ayer hice una cuenta rápida y me salió que habían pasado justamente dos décadas desde la primera vez que vi a Joaquín Sabina en concierto. En aquella ocasión acudí al Auditorio Municipal de mi pueblo con mi papá y mi tata de la mano. El coche paterno había contribuido mucho a que las canciones de Sabina tuvieran un apartado en nuestro libro de familia.
20 años después me encontraba yendo de camino de nuevo a la llamada de Joaquín, esta vez subiendo a ese Metro a punto de partir que resulta ser la vida madrileña, de esas golondrinas en movimiento a las que los conciertos les hacen una foto fija. Un concierto actúa como un álbum de fotos, que te sirve para recordar las circunstancias en las que te encontrabas (tenemos memoria, tenemos amigos) cada vez que le gritabas a Sabina "dijo...¡Hola y Adiós!". En mi caso, 19 días y 500 Noches sería el pegamento que une todos mis recuerdos Sabineros. Al igual que para otros será Calle Melancolía, Princesa, Peces de Ciudad...
En esta ocasión los pájaros pudieron volar todo lo alto que quisieron, porque no hubo ataduras de presentación de ningún disco. Tal y como ellos mismos afirmaron, hicieron una retrospectiva de sus carreras, y cuando Serrat y Sabina hacen eso; el público asiste a una retrospección de su propias vida anónima, con una bandas sonora muy pública. Porque cuando sus voces hablan de Lucía, Princesa o Comala nuestras mentes comienzan a navegar y cada uno le pone sus apellidos y sus coordenadas.
Nunca había asistido a un concierto de Sabina en Madrid, hasta ahora me había movido por mis lugares de La Mancha y por sus cerros de Úbeda. Era una muesca que me faltaba en mi bombín, y ayer quedó marcada a fuego. Si más o menos tenía claro que esa noche Sabina se iba a bajar en Atocha, redondeó el recorrido por su invivible e insustituible ciudad, cobijándonos a todos "A La Sombra de un León". La preciosa música al piano de Bardagi y la quijotesca historia escrita por el maestro, arrancaron de nuevo las lágrimas de la diosa Cibeles.
Sabina nos tenía convencidos de que en Madrid el mar no se podía concebir, pero cuando Serrat empezó a cantar Mediterráneo os aseguro que allí empezó a oler a brea y jamás una larga noche de invierno (y menuda noche) estuvo tan azul. Los momentos álgidos de los conciertos se pueden medir en muchos decibelios cuando la gente se arranca a saltar, cantar y bailar, pero también cuando el silencio es absoluto. Esto ocurrió cuando Joan Manuel nos cantó las Nanas de la Cebolla, arrullando a 12.000 personas que por momentos fuimos el niño de Miguel Hernández. Nos trajo la luna cuando más preciso era.
"No hay dos sin tres", ese es el título de esta gira, que llevaba oculta una sorpresa. Porque fueron hasta tres las veces en las que se despidieron. Cuando puedes poner la guinda perfecta al concierto como un Mariachi del Tenampa coreando "Y nos dieron las diez", como un domador de circo a golpe de platillo y "Pastillas para no soñar" o como la gente de cien mil raleas que bajan la cuesta de la calle donde terminó la "Fiesta"... ¿Por qué no hacerlo de las tres formas?. Así lo hicieron, nos dieron pagana bendición a todos los asistentes y salimos de allí silbando sus melodías. Sabina lleva muchos años asegurándonos que siempre se le escapa el tranvía que lleva al Barrio de la Alegría. No le crean, ese barrio lo conoce muy bien, son sus conciertos.
Nos dijeron adiós, y el..."ojalá que volvamos a vernos" nos volvió a dejar el alma desnuda y abrazada a una duda. Reímos, lloramos, no sé si como lo hacía Chavela; pero el corazón sí, ese nos lo dejamos en Madrid.