Hace unos meses que salió el disco tributo a Sabina, "Ni tan joven, ni tan viejo". Ha pasado el tiempo suficiente para escuchar detenidamente todas las canciones y tras haberle dado varias pasadas al disco, sigo manteniendo mi primera opinión, hay una canción que sobresale del resto por sobrados motivos. Robe Iniesta nos ha demostrado tras varias décadas, que había otra forma de caminar por "Calle Melancolía" y otra forma de silbar esa melodía. Y es que si Joaquín habitaba en el número 7 de esa famosa calle, Robe lo hacía en el 77.
Calle Melancolía es junto a Pongamos que hablo de Madrid una de las canciones más longevas en la discografía de Sabina. Ambas comparten el mérito de haber sido cantadas tanto en La Mandrágora como en Las Ventas. Ha sido versionada infinidad de veces (me atrevería a decir que la que más) por lo que el reto que afrontaba Robe era mayúsculo, y lo superó con creces.
Consiguió llevársela a su terreno sin cometer ningún sacrilegio, le puso un traje musical nuevo que conjuntaba el ritmo lento de una yegua sombría con el brío de un barco enloquecido. Su voz es quizá la más autorizada para hablarnos crudamente de la Melancolía. Si Sabina se raciona sus lágrimas para llorar cuando valga la pena, Robe ha conseguido apagar infiernos con las suyas. Si Joaquín solamente encontraba puertas que niegan lo que esconden, Robe se adentraba en el bloque de las dos salidas. Si Joaquín recostaba su cabeza en el hombro de la Luna, la princesa de Robe ya se encontraba allí echándose carreras con ella.
Y es que para saber qué hacía Sabina en sus 500 noches con sus 19 días, hay que buscar la respuesta en el "Salir" de Extremoduro. Y el alma imperecedera que Robe regaló para que dejara de dolerle, Sabina se la vendió a Belcebú por amores.
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