En diversas ocasiones Sabina ha tirado de su autobiografía para ilustrar varias de sus canciones, en otros casos se ha colado en el traje y la piel de otros hombres y el caso de Arenas Movedizas podría considerarse como una canción autoprofética. El contexto histórico es muy importante para validar esta teoría, ya que la canción se quedó a medio camino entre el disco de 19 días y 500 Noches y el de Dímelo En la Calle. Creo que esta canción es el nexo de unión entre su primer testamento (A mis Cuarenta y Diez) y su viaje más profundo a los infiernos (Nube Negra).
El título de la canción ya nos avisa de que nos va a costar salir ilesos de su letra. El cielo que nos encontramos aquí parece haber sido viciado durante décadas por el vómito de humo que vertían las chimeneas de Calle Melancolía. Como resultado queda un cielo de betún, de almidón, regaliz y de alquiler.
"Mañana cuando era tan pequeño,
por el Acantilado del Obispo caí.
Persiguiendo un pájaro sin dueño,
y aterricé en un polvorín"
El viaje comienza con una paradoja temporal, colocándonos en un mañana donde todavía nos vemos muy pequeños, llegando a una situación para la que pensamos que todavía es demasiado pronto. La imagen de ir persiguiendo un pájaro sin dueño puede tomar la forma abstracta de un sueño o un ideal, pero también puede adoptar una forma muy concreta y humana. Alguien o algo que vuela lo suficientemente bajo como para llamar tu atención y que puedas sentirte capaz de alcanzarlo; pero también lo suficientemente alto como para zafarse de ti, dejándote caer en ese polvorín de arenas movedizas.
"De arenas movedizas,
bajo un cielo de betún,
caracolas que agonizan,
sin decir ni mú"
Que aparezcan caracolas agonizantes y mudas es una metáfora tan cruda como la canción. Se tiende a pensar que estos moluscos son capaces de transportarte a una playa con acercarlos a tu oído, por más que te encuentres en un remoto lugar donde el mar no se pueda concebir. Si la caracola enmudece, tu imaginación se queda ciega.
"Cuando el gallo a sueldo de la madrugada,
llegó con su kikirikí,
desperté soñando que viajaba,
desnudo con un maletín
de Arenas Movedizas,
bajo un cielo de alquiler.
Alfileres que agonizan,
antes de nacer"
A continuación aparece un gallo para despertarnos bruscamente, ya que en este cielo tan oscuro ni siquiera el Sol tiene ese poder. Esto nos saca de un mal sueño en el que sabemos que estábamos desnudos, pero no libres de toda carga, porque asido a la mano llevamos un pesado maletín. En su interior puede haber cargas emocionales o materiales, y no está claro cuál de las dos lo lastra más. El asunto material cobra fuerza en estos versos, ya que hasta el cielo nos empieza a cobrar alquiler por vivir bajo su techo infinito.
"A mi cita fui pero el horizonte,
se había cansado de esperar.
Me llamó San Pedro por ni nombre,
y no le quise contestar"
Pocas cosas parecen más seguras que el horizonte que nuestros ojos alcanzan a divisar. Pudiera parecer que estará allí de forma permanente, esperando pacientemente a nuestra llegada. Pues bien, ni si quiera eso está asegurado en este turbulento viaje. En los versos finales nos abre una nueva posibilidad, que en lugar de estar en mitad de un sueño o un delirio, se encuentre en el purgatorio. De ahí que aparezca San Pedro llamándole para entrar en las puertas del Paraíso. Pero de sobra sabemos que Sabina ha sido más amigo de demonios que de ángeles y estaba claro que iba a ignorar ese llamamiento.
"Y arenas movedizas,
bajo un cielo de almidón.
Paquebotes que aterrizan
sin pedir perdón"
Resumiendo, Arenas Movedizas es una canción que se incorpora con fuerza al grupo de las melancólicas, con ciertos apuntes autobiográficos y guiños burlados a la muerte. Una canción con tantas metáforas abre mucho el abanico de las interpretaciones. Puede ser tan amplia como el recorrido vital de una persona que se acerca al final, o acotarlo hasta un tramo concreto marcado por un acontecimiento o una relación.
"De Arenas Movedizas,
bajo un cielo de tergal,
matasellos que agonizan,
tan lejos del mar"
A pesar de no haber cruzado nunca el umbral de ser cantada en directo, contamos con dos versiones de estudio. La primera que apareció en el disco Dímelo en la Calle, mucho más suave, y la rareza que se incluyó en el especial de "19 Días y 500 Noches" (probablemente la versión original que durmió varios años en un cajón).
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